Dalrymple carga contra Renzo Piano y la arquitectura modernista

Dalrymple carga contra Renzo Piano y la arquitectura modernista

Theodore Dalrymple es uno de los mas finos cronistas de nuestra época, siempre dispuesto a señalar la desnudez de tanto moderno emperador como abunda hoy en día. En el último número de The Salisbury Review aborda las declaraciones del famoso arquitecto Renzo Piano en relación al Great Shard, un nuevo rascacielos de vidrio que domina el panorama de Londres.

Según Dalrymple, el problema con el mismo “radica en el ámbito del gusto. Soy el primero en reconocer que el Shard sería perfecto para Dubai: su vulgaridad de vidrio no destacaría allí y quedaría perdido entre edificios de tamaño y forma más dramáticos. Pero Londres no es Dubai, incluso si su prosperidad está construida, metafóricamente, sobre arena, y la proposición de que un edificio que es apropiado para un entorno urbano puede no serlo en otro es tan obvia que a duras penas merece ser enunciada, excepto para los arquitectos que parece que la ignoran o que, si la conocen, eligen ignorarla”.

El arquitecto del Shard es un italiano de 74 años, Renzo Piano, que concedió una reveladora entrevista al Guardian en la que defendía su obra argumentando que es una sacudida que nos introduce en la modernidad, el momento en el que realmente Londres entra en el siglo XXI. Escribe Dalrymple al respecto que “este argumento es interesante por varias razones. La primera es la asunción de que sacudir las sensibilidades es un objetivo apropiado para la arquitectura, de que puede y debe actuar como una mala nota para un alumno que tiene talento pero no se esfuerza lo suficiente.

La segunda es la incapacidad evidente de darse cuenta de que la modernidad es la más fugaz de las cualidades, y en consecuencia de nulo valor para evaluar el valor de cualquier cosa. El fascismo y las camisas de nylon fueron modernos en su día, pero nadie los llamaría ahora la más bella realización del espíritu y la mente humanas.

La tercera es la asunción de que lo moderno es lo mejor, algo a lo que necesariamente debemos aspirar, independientemente de sus otras cualidades. Desde esta perspectiva, lo que llega después es siempre mejor que lo que había antes, se supone que por un principio de progreso inmanente al mundo. El avance técnico, del que el gigantismo es a menudo una metonimia, es confundido incorrectamente con una mejora en todos los sentidos. Es como tomar una cocina moderna, con todos sus artilugios, como garantía de una buena comida.

La cuarta razón, y quizás la mas desanimante, es la asunción de que la modernidad es una cuestión de cosas exteriores tales como los grandes edificios. Hay un aspecto de pensamiento mágico que me recuerda a Nigeria en los años 80. Los nigerianos, por motivos psicológicos comprensibles, dieron la espalda al estilo colonial de construcciones, apropiado al clima y barato y fácil de mantener, en favor de edificios de varias plantas de un estilo modernista a base de vidrio, acero y hormigón. Pensaban que construyendo esos edificios la modernidad les llegaría automáticamente. Recuerdo un hotel que se anunciaba como un “complejo ultra moderno” en el que tenías que subir las escaleras porque los ascensores siempre estaban averiados y en el que reinaba un inconfundible olor a moho porque el aire acondicionado no funcionaba pero las ventanas estaban selladas. Para los modernistas entusiastas de las sacudidas lo que ocurre en los edificios no es importante, sino los edificios en sí mismos, o mejor, la apariencia de los edificios, que determina su modernidad o su atraso”.

Sigue la entrevista describiendo a Piano, que lleva una camiseta que dice:”Confía en mí, soy arquitecto”. A lo que Dalrymple se pregunta: “¿es éste modo de vestir una manifestación de una laudable juventud de espíritu o la constatación del fracaso para madurar, para superar una adolescencia egoísta y permanente? la evidencia que nos proporciona la entrevista sugiere lo segundo”.

Finalmente, señala Dalrymple, Piano explica porqué tantas ciudades se han sumado a la destrucción modernista del paisaje urbano: “Piano afirma que la razón para ser tratado con hostilidad no es que esté equivocado, sino el miedo al cambio. Se trata de una afirmación análoga a la de los criminólogos que afirman que no es el crimen, sino el miedo al crimen, el verdadero problema de Gran Bretaña. Los ayuntamientos han sido intelectualmente amedrentados y aterrorizados (y también generosamente sobornados) para que traicionen la herencia de la que se suponía eran los guardianes. El cambio en sí mismo no es bueno ni malo, puede ser ambas cosas dependiendo de su contenido. Nadie desea, por ejemplo, volver a los procedimientos clínicos de la medicina de hace sesenta años. Pero al afirmar que la hostilidad a obras como el Shard es un síntoma de un miedo neurótico al cambio, Piano se blinda contra cualquier crítica. E incluso si tuviera razón y la oposición al Shard fuera el resultado del temor al cambio, la más mínima revisión de los efectos arquitectónicos de los últimos sesenta o setenta años en nuestras ciudades nos revelará que el miedo al cambio es una actitud mucho mas racional y justificada por la experiencia que lo contrario, esto es, que el abrazar el cambio por el cambio”.

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