Que la fiesta no decaiga

Que la fiesta no decaiga

Desde hace unos años, a decir verdad unos cuantos, uno tiene la sensación de estar en una especie de festival del disparate que no se detiene nunca. Una medida de elemental prudencia, como evaluar los resultados de los diferentes experimentos (catastróficos, o que se lo pregunten a cualquier asistenta social o psiquiatra de buena fe) es totalmente tabú. La consigna, como en aquellos enloquecidos espectáculos de antaño, es que “the show must go on“.

El último más difícil todavía nos llega desde Bolonia. Allí Rino Cammilleri nos informa de que, en las próximas elecciones municipales y de barrio los electores deberán votar a dos listas, una masculina, la otra femenina. De esta manera se aseguraría el sacrosanto “equilibrio de género”, al tiempo que se conseguiría un mejor gobierno pues, según la propaganda desplegada, las mujeres son más honestas y justas y mejores administradoras. Más allá de la estupidez que supone asimilar virtudes morales al hecho de ser mujer u hombre (si se atribuyesen esas virtudes a los hombres muchos, con razón, estallarían indignados), si realmente fuera así no veo porqué no debería favorecerse que el 100% de los cargos electos fueran mujeres.

A la espera de que el invento cuaje, no piensen que nos darán descanso. Tras esta “paridad” llegará la tercera lista, compuesta por gays, y luego más listas, con todas las variantes sexuales imaginables, y luego se puede seguir con el filón de las razas o de las edades, o…

Nuestra enloquecida civilización, firme en su apuesta por la locura, aún puede deslizarse por esta senda durante un tiempo considerable. Que nos sorprenda es otra cuestión.

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