La lección de Croacia y el “déficit democrático” europeo

La lección de Croacia y el “déficit democrático” europeo

Lo que ha ocurrido en Croacia quizás no acapare las portadas de la prensa “mainstream”, pero es uno de los sucesos mas importantes de este año y, sin duda, debería ocupar un lugar prominente en todo medio que conserve un mínimo de rigor.

Porque lo que empezó como una iniciativa un tanto “loca”, sin casi ningún apoyo político y en contra de la supuesta “opinión pública”, ha acabado como un gran triunfo del matrimonio y la familia natural.

Los hechos son claros: una iniciativa ciudadana, que no contaba con el apoyo de ninguno de los grandes partidos políticos croatas, recogió las 750.000 firmas necesarias para forzar la realización de un referéndum para que la Constitución de Croacia recogiese explícitamente que el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer. El referéndum, realizado el pasado domingo 1 de diciembre, se saldó con una abrumadora victoria en favor del matrimonio, con un 66% del electorado votando a favor de la reforma constitucional.

De este modo, en la primera ocasión en que se ha consultado directamente a la gente, el matrimonio ha resultado vencedor. Por el contrario, en todos los países europeos en los que se ha aprobado el matrimonio entre personas del mismo sexo, han sido los gobiernos quienes han impuesto la medida. A menudo se habla de déficit democrático en Europa, pero lo que realmente existe es una democracia selectiva, en la que se permite votar sobre menudencias, pero en la que las cuestiones fundamentales son impuestas a través de mecanismos burocráticos encargados de imponer una agenda políticamente correcta que, no satisfecha con trastocar las bases sobre las que nuestra vida en común se ha edificado, es cada vez más agresiva en la represión del disidente. En definitiva, el dogma democrático de que el pueblo, sea eso lo que sea, decide, se ajusta a un campo de decisión menguante y cada vez más irrelevante. Para las cosas importantes ya están otros, que definen hacia donde hemos de ir. Este mecanismo, casi perfecto en Europa Occidental, está encontrando algunos problemas en los antiguos países comunistas de Europa del Este, a los que el efecto de la vacuna comunista aun no se les ha pasado del todo.

El comentario del primer ministro croata, Zoran Milanović, es indicativo del modo de entender la política de nuestras elites: “Esta será la última vez que una mayoría le quita sus derechos a una minoría.”

Solo le faltaba amenazar con el Gulag a aquellos que no entren en razón, o mejor dicho, pues estamos en el siglo XXI, amenazar con, por ejemplo, una ley contra la homofobia, que asegura un nivel similar de represión y por la que te aseguras el abrazo de los poderosos e incluso algún premio internacional o un dorado retiro en algún organismo de la ONU.

Por cierto, ante la manipulación que numerosos medios están llevando a cabo, hay que recordar que lo que se votó en Croacia fue muy sencillo: había que responder sí o no a la pregunta “¿estás de acuerdo en introducir una provisión en la constitución de la República de Croacia que defina el matrimonio como la unión de por vida de una mujer y un hombre?

Habrá que recordar que el resultado de este referéndum no ataca a los derechos de nadie, pues no existe un derecho al matrimonio homosexual, sino una institución que, por su propia naturaleza, exige la complementariedad de sexos. Es por ello que el resultado del referéndum, contra lo que sostiene el primer ministro croata, no priva de ningún derecho a nadie. Todos los ciudadanos croatas seguirán teniendo los mismos derechos que tenían antes del referéndum, solo que vivirán en un país cuya constitución reconoce y protege de modo más explícito una institución única que tiene también un valor social único. Como recordaba recientemente European Dignity Watch, a esto no se le llama discriminación, se le llama justicia.

 

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