A vueltas con el caso Galileo

A vueltas con el caso Galileo

De vez en cuando me piden que escriba un artículo o que prepare una charla. A menudo la primera impresión es de pereza, pero luego acabo profundamente agradecido. Me explico: gracias a estos encargos estudio temas sobre los que no había profundizado bastante y siempre aprendo cosas interesantes que desconocía.

Es lo que me ha ocurrido con el encargo de una charla sobre el caso Galileo.

Para prepararla estuve leyendo diversos libros y artículos, además de revisar las conclusiones presentadas a san Juan Pablo II por la comisión encargada de estudiar el caso presidida por el cardenal Poupard.

Y lo que he encontrado es de traca. Comparto con ustedes algunos puntos que quizás les sorprendan:

  1. Galileo no hizo más que perfeccionar el sistema copernicano. Su problema fue que se empeñó en presentar su sistema como algo probado, y no una mera hipótesis, aunque fuera con alta probabilidad. San Roberto Bellarmino indicó que la Iglesia no tenía ningún problema para abandonar una interpretación literal de algún pasaje de la Biblia (el célebre de Josué deteniendo el sol en la batalla), pero que para hacerlo exigía pruebas de que la teoría científica había quedado probada. Todo muy lógico y razonable. Galileo aportó una prueba, la de las mareas, errada, pues las mareas no dependen de que la Tierra gire alrededor del sol, sino de la Luna.
  2. Evidentemente, Galileo no fue encarcelado ni torturado. Gozó siempre de la amistad de clérigos, obispos, cardenales y hasta el Papa.
  3. La sentencia de 1633 condenaba a Galileo a recitar los salmos penitenciales una vez a la semana durante tres años. Galileo nunca llegó a hacerlo pues consiguió que se le permitiera “ceder” ese castigo a su hija carmelita, María Celeste, quien los recitó muy gustosamente.
  4. La prisión a la que fue sentenciado consistió en un periodo de cinco meses en la villa del Gran Duque de Toscana, en Trinità dei Monti, seguida de una estancia en Siena en el palacio de su amigo el arzobispo Piccolominì. En diciembre de 1633 pudo marcharse a su villa en el campo, cerca de Florencia. Allí siguió trabajando y recibiendo a numerosos colegas y religiosos, entre ellos Hobbes, Torricelli y Milton.
  5. De hecho, sus Discorsi, el libro que le consagran como un gigante de la ciencia y que se publicó sin problemas en 1638, fue redactado durante estos años posteriores a la condena.
  6. El famoso “Eppur si muove” no salió nunca de la boca de Galileo: fue un invento, para aportar un tinte melodramático a un artículo periodístico, obra de Giuseppe Baretti en 1757.
  7. En 1734 se erigió un mausoleo en honor de Galileo en la iglesia de la Santa Cruz de Florencia
  8. En el siglo posterior al caso Galileo no se registró conflicto alguno entre la Iglesia y ningún científico.

Pregunten ahora a cualquier chico sobre lo que les han explicado en clase y verán que todo lo aquí expuesto sirve de poco: están convencidos de que fue torturado, encarcelado e incluso de que murió en la hoguera.

No puedo acabar este post sin recomendar el espléndido libro, que acaba de publicar Stella Maris, titulado 60 preguntas sobre ciencia y fe respondidas por 26 profesores de universidad. Libro de consulta indispensable para cualquier católico que quiere pensar y en el que, como no podía ser de otra manera, el caso Galileo también es abordado, en concreto por Ignacio Sols, catedrático emérito de Álgebra de la Universidad Complutense.

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