Lena Dunham, la musa de los modernos, tiene trampa.

Lena Dunham, la musa de los modernos, tiene trampa.

Leo que Lena Dunham ha publicado un libro autobiográfico. Es probable que a usted el nombre no le diga nada, pero Lena, una joven actriz, guionista y directora es la exitosa creadora de la serie Girls y una estrella de moda. ¿Y qué tiene Lena Dunham? Pues, a juzgar por lo que ella misma explica, es la encarnación del postmodernismo occidental, la concreción de estar por casa de todo lo que “mola” en el jardín del Edén del buenrollismo y lo políticamente correcto. Y es por ello muy significativa.

Vive en Brooklyn (¿dónde si no?), tiene perro, “novio” estable, y según la prensa es, agárrense: desinhibida, incisiva, obscena, desvergonzada (acostumbra a salir en pelotas en su serie), rompedora, sin tapujos, franca y desprejuiciada. No está mal, ¿verdad? Vamos, la hija modelo que todo modernillo querría.

Todo muy cool, muy moderno y liberado… hasta que uno lee con un poco de atención.

Porque por un lado, Lena desprecia todos los tabúes sobre el sexo (cuando habla sobre cómo perdió la virginidad la compara con un dolor de cabeza, pura fisiología combinada con abundantes dosis de frivolidad), pero como reconoce la autora de la entrevista, Katie Glass, “charlamos durante una hora, sobre todo de sexo, verdadera obsesión“. Como el mundo moderno, aparentemente liberado pero que no consigue resolver sus contradicciones y acaba obsesionado por aquello que supuestamente había superado.

Le parece magnífico que las mujeres se saquen fotos desnudas, pero si luego un amante despechado las filtra se indigna. Porque el mundo real, a veces, se aleja del buen rollito, lo que resulta inadmisible para Lena. Ella se esfuerza en aparecer como, lo decíamos antes, la encarnación de la postmodernidad más banal: sus lecturas favoritas son “libros escritos por mujeres en tono confesional” (¿puede decirse algo mas pedante y cursi?), le gustaría tener hijos como quien se compra un modelito y, por supuesto, no quiere casarse con su pareja hasta que esté admitido el matrimonio entre personas del mismo sexo, pues no quiere que su hermana lesbiana se lo tome a mal (pero no se enteró de que su hermana era lesbiana hasta que ésta lo hizo público, lo cual dice que le hizo sentirse fatal: ya lo ven, muy sensible, pero incapaz de interesarse y conocer a su hermana), e incluso confiesa, con esa mezcla de confesión y exhibición orgullosa, que de vez en cuando se emborracha y se droga, eso sí, también ha pasado por mil y una dietas para adelgazar. Pero no pasa nada: es rebelde, moderna, rica y triunfadora, todo un modelo para las modernillas que sueñan con estar a la última.

Sólo que Lena Dunham tiene trampa, como todo lo que nos intentan colocar como lo más moderno y enrollado. El icono de una generación (así la califican), el modelo de una vida brillante y desinhibida, necesita terapia psicológica…¡desde los 7 años! Pues menuda felicidad la que nos pretenden vender. Más bien estamos ante un caso de mercancía averiada, eso sí, bien empaquetada.

Tras esa fachada, es probable que ya sea un juguete roto. Es también probable que ella no lo sepa, o no quiera saberlo, o que lo sepa en su fuero interno y todo ese ruido, esas poses, ese exhibicionismo no sean más que un tapar esa certeza. Lena tiene 28 años. ¿Se imaginan cómo será su autobiografía cuando cumpla los 58?

Un Comentario

  1. ¿Cumplirá 58?

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