Un balance de los 50 años transcurridos tras el Vaticano II

Un balance de los 50 años transcurridos tras el Vaticano II

 

A menudo hay libros valiosos que pasan desapercibidos. Creo que es lo que le puede ocurrir al libro de Manuel Bustos, publicado por la BAC, “50 años después. La Iglesia y el catolicismo tras el Vaticano II”.

Por suerte lo acabo de leer. Su extensión, bastante comedida, el tema abordado y el autor, persona sólida y sensata, me animaron. En buena hora. Porque estamos ante un libro que da más de lo que anuncia.

Por un lado, estamos ante una crónica en primera persona de alguien que vivió la llegada y aplicación del Concilio Vaticano II en España de primera mano. Manuel Bustos, con una franqueza y honradez a la que no estamos acostumbrados, nos explica su entusiasmo inicial, ese entusiasmo compartido con muchos otros jóvenes que le llevó, confiesa, a que las sotanas o las iglesias góticas o barrocas le produjeran rechazo. Vemos pues a una generación que se guiaba por el “espíritu del Concilio” (escribe el autor que no llegó a comprar los textos del Concilio hasta 1971, y que entonces “tan sólo los leí de manera muy fragmentaria”). Entrábamos en un nuevo mundo y todo tenía que ser novedoso: “Fuimos igualmente presa – escribe Bustos – de la idea de un antes caduco, desfasado, carente de atractivo […] y un después introducido por el Concilio”.

El relato biográfico de Bustos se aleja de otros, ya lo hemos señalado, por su honestidad y su profunda fe y amor a la Iglesia, que es lo que, creo que se puede afirmar tras la lectura de la obra, le salvó de tomar unos derroteros que a otros les llevaron a apartarse de la Iglesia. Y es que en este libro encontramos tanto la explicación de esos entusiasmos y ambientes como la confesión de los errores que estaban agazapados en ellos y el análisis de cómo esas desviaciones fueron minando la fe de muchos. Manuel Bustos consigue que entendamos e incluso cojamos cariño a ese joven rebelde postconciliar que fue él mismo, pero al mismo tiempo es muy preciso a la hora de exponer la problemática de muchas de sus propias tomas de posición, haciendo gala de un rigor encomiable. No hay rencor en Manuel Bustos, pero tampoco hay esa actitud, tan común, de “mantenella y no enmendalla”, sino un sosegado análisis que nos ayuda a entender mucho de lo que hemos vivido desde entonces. Me ha parecido de una especial clarividencia la aseveración de que, por mucha apertura e ilusión que hubo, “la cultura dominante no podría dejar de ver a la postre, dentro de la religión cristiana y de la Iglesia, sino obstáculos a sus pretensiones emancipadoras”. El no querer ver este punto, negando toda evidencia, ha sido una de las claves de los desgraciados derroteros que muchos católicos han tomado durante el último siglo. Sólo tomando conciencia de esto se puede también entender la paradoja que señala el autor: “fueron las generaciones jóvenes, aquellas a quienes el Concilio parecía hacer, indirectamente, un guiño especial, las que no llegaron a engancharse del todo a la Iglesia del posconcilio”.

Escribía antes que este libro da más de lo que anuncia. Manuel Bustos dedica casi la mitad del libro al análisis del impacto posconciliar en aspectos centrales de la fe de la Iglesia, en aquello que Guitton definía como “lo esencial”: la Tradición, la Biblia, la imagen de Dios, los Mandamientos, el sentido de lo sagrado, el gobierno de la Iglesia y el Reino de Dios. Pero no se limita a señalar cómo ciertas aproximaciones muy extendidas durante el posconcilio afectaron negativamente en estos campos, distorsionando la doctrina católica, sino que Bustos nos ofrece un breve tratado en el que aprovecha para afirmar lo que sí son, para recordar lo que la Iglesia enseña al respecto.

Ocupados como estamos en mil y un quehaceres, no es fácil encontrar un rato para leer con calma y reflexionar sobre lo leído, pero les aseguro que si lo hacen con este libro conseguirán una comprensión más certera de lo que ha ocurrido en el seno de la Iglesia en España en el último medio siglo y un conocimiento de dónde están los errores a evitar para, al menos, no tropezar con la misma piedra una y otra vez. Me parece que no es poco.

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