Albert Rivera contra el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos

Albert Rivera contra el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos

 

Suelo escribir mis posts después de haberle dado unas cuantas vueltas al asunto tratado. De vez en cuando, muy de vez en cuando, los escribo dando rienda suelta a mis primeras reacciones. Esto ocurre cuando algo que veo, leo o escucho me indigna especialmente y me lanzo sobre el teclado. Es lo que me ha ocurrido tras leer unas declaraciones de Albert Rivera sobre educación diferenciada (escolarizar a niños y niñas por separado). El líder de Ciudadanos ha declarado en una entrevista en El Periódico lo siguiente:

 

“-¿Deben seguir recibiendo subvenciones las escuelas que segregan a los alumnos por sexo?

-No. Respeto mucho a quien confíe en otros métodos para educar a sus hijos, pero que se lo pague cada uno. La educación de servicio público, la que pagamos todos, debe reflejar el modelo de la sociedad, en la que todos vivimos conjuntamente.”

El comentario es preocupante pues, me parece, refleja una mentalidad empobrecedora, uniformista, que pone al Estado por encima de las personas y que desprecia las libertades reales. La argumentación de Albert Rivera hace aguas por varios puntos.

Empieza por negar ese principio básico que se conoce por principio de subsidiariedad, reconocido en el ordenamiento europeo y sin el cual se abren las puertas a la democracia totalitaria. La responsabilidad de educar a los niños es de sus padres, son ellos quienes tienen que decidir qué tipo de educación quieren para sus hijos y no el Estado. El papel del Estado es asegurar que no queda ningún niño sin educar, es un papel subsidiario que no elimina ni sustituye esa primera responsabilidad de los padres. No, la educación que todos pagamos (tanto la estatal como la concertada) no debe reflejar modelo de la sociedad alguno, debe asegurar una instrucción mínima y respetar las opciones y criterios de los padres de los alumnos.

 

Luego suelta Rivera ese lugar común, tan banal, de que él respeta la libertad de cada uno para elegir la educación que desee para sus hijos… pero si quiere una educación diferente de la que le obligan a comprar (porque en eso consiste la educación estatal, en una compra a la que el Estado, coercitivamente, nos obliga, nos guste o no, la vayamos a utilizar o no) entonces que se la pague. Tendría que haber dicho, para ser más exactos, que se la vuelva a pagar (si a quienes no optamos por las escuelas del Estado nos devolviesen lo que nos han extraído vía impuestos para pagar esas escuelas no habría problema alguno).

 

Porque imagínense por un momento que el Estado decide que por nuestro bien todas las familias deben poseer un coche, les guste o no. Además, define el modelo de coche que todos debemos poseer, su número de plazas, potencia, si lleva lector de CD, incluso su color. Es el Estado también quien decide crear una empresa pública para construir el único modelo que todos vamos a tener. A continuación nos detraen de nuestros ingresos, vía impuestos, el precio que han fijado para el coche y al cabo de unas semanas nos envían una carta a casa indicándonos que ya podemos pasar a recoger el coche que nos han asignado. Si no pasamos a recogerlo no pasa nada, pero el dinero ya no nos lo devuelven. Y por supuesto, si el coche no se ajusta a nuestras necesidades (oiga, es que en casa somos muchos y no cabemos en un coche tan pequeñito) tampoco hay problema: cómprese usted otro, el que le guste. El problema, sabe, es que no somos ricos y con lo que nos han quitado para pagar el coche obligatorio ya no nos queda para pagar el que se ajusta a nuestras necesidades. Mala suerte, nos responde el funcionario de turno, ya se sabe que si no eres rico la vida es un asco.

 

Pues más o menos algo semejante ocurre con el tema de la educación (de hecho es mucho más grave, pues la educación de nuestros hijos es infinitamente más importante que tener un coche u otro y los gritos de indignación que provocaría la situación antes descrita deberían ser mucho mayores en el caso del colegio de nuestros hijos). Es falaz la afirmación de que quien quiera otra educación que se la pague porque eso significa castigar a las familias que deciden en libertad con un doble pago que en la mayoría de los casos no se pueden permitir, premiar a las que se ajustan al modelo estatal y consolidar un modelo único estatal propio de regímenes totalitarios.

 

Creía que Rivera, gracias a la experiencia de lo que hemos vivido en Cataluña, iba a ser un defensor convencido de la pluralidad, del respeto a que los padres decidan la educación de sus hijos (de hecho, otras voces afirman que quien quiera que sus hijos se eduquen en castellano en Cataluña que se lo paguen, una posición totalmente coherente con la de Rivera ante la educación diferenciada; ¿no se ha dado cuenta de la contradicción en que está incurriendo?). Pero parece que me equivocaba y que Rivera, y entiendo que Ciudadanos, optan por una visión de la educación y del rol del Estado y de la familias en ella que podríamos calificar de decimonónica, estatalista y que no respeta las libertades concretas.

 

Ya lo siento, viniendo de una persona joven y que parecía que podía aportar ideas nuevas, de las que tan necesitados estamos, al debate patrio. Pero si la nueva forma de hacer política consiste en resucitar el impuesto por morirnos y en ahogar económicamente a las familias que deciden libremente un tipo de escuela diferente de la estatal obligatoria… pues apaga y vámonos.

 

Dedicaba Hayek su obra Camino de servidumbre a “los socialistas de todos los partidos“; parece que Ciudadanos no es excepción. España necesita nuevas ideas, debates con más argumentos y menos ideología, no ideas gastadas y que son una amenaza para nuestra libertad y para nuestro derecho a educar a nuestros hijos no como el Estado desee, sino como los padres deseen. Asegurando los mínimos que se quieran (y que nada tienen que ver con la educación diferenciada, que lleva décadas demostrando rendimientos académicos como mínimo tan buenos como el de la escuela mixta), pero respetando siempre la libertad real de elección de los padres. Y esa libertad no es real, es más bien una burla, cuando se les ha privado antes a los padres de los recursos para ejercerla. Recuerda a aquello (falso, pero que ha quedado en el imaginario popular) que se atribuye a María Antonieta cuando le dijeron que la gente pasaba hambre porque no había pan: “¡pues que coman pasteles!”. Si Ciudadanos se limita a ser una especie de partido de socialistas aseados y simpáticos, pero profundamente estatalistas y jacobinos, es posible que saquen buenos resultados electorales, pero desde luego no habrán aportado nada a la regeneración que necesita nuestro país.

 

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