El timo del “matrimonio abierto”

La semana pasada el Washington Post publicó un artículo en el que proclamaba las bondades del adulterio. Bajo el título “How to break free from monogamy without destroying marriage” (Cómo liberarse de la monogamia sin destruir el matrimonio) se cantaban las alabanzas del “matrimonio abierto” y las ventajas que las diferentes apps disponibles hoy en día aportan para poder “montártelo” con otras parejas sexuales con facilidad.

La propuesta, como podrán imaginarse, no se sostiene y choca con una realidad de engaños, desengaños, celos, mentiras, humillaciones y venganzas de todo tipo. Pero me ha llamado la atención la réplica que, en First Things, ha escrito Carl R. Trueman y que creo que vale la pena repasar.

Empezando por toda la parafernalia pseudocientífica que no resiste el más mínimo análisis… pero es que cualquier análisis crítico ni siquiera es tenido en cuenta gracias a que se considera reaccionario, patriarcal, reprimido, homófobo, o el sambenito que convenga en cada ocasión. Por ejemplo, la ciencia habría probado que la idea del amor como parte del matrimonio es una innovación relativamente reciente (como afirma Trueman, ni Homero, ni Dante, ni Shakespeare estarían de acuerdo con tamaña afirmación). O también cuando se especula sobre las motivaciones de los hombres de las cavernas, pontificando como si acabáramos de tener una sesión de psicoanálisis con uno de ellos. Ahora bien, “la ciencia real, en forma de análisis del significado de las estadísticas sobre, pongamos, enfermedades de transmisión sexual” brilla por su ausencia. ¿Será por qué ofrece datos que echan por tierra el presupuesto del artículo?

A continuación aparece el argumento típico: no se puede imponer un deber ser a lo que es, hay que aceptar la realidad y no juzgarla. Hay adúlteros, es innegable, en consecuencia, la promiscuidad sexual es buena y natural. Aquí Trueman saca a relucir su sentido del humor cuando, con toda lógica, responde: “Bien, hay gente que es fetichista de pies y otros son asesinos en serie. Puedes considerarlo “natural” si quieres, pero ¿es lo hace socialmente deseable?”.

Luego llegamos al aburrimiento como justificación para romper un matrimonio. Si nos aburre, ¿por qué mantenerlo? Se refleja aquí una mentalidad muy extendida, narcisista, por la que la vida debe ser algo siempre estimulante y cualquier cosa que hagamos para mantener ese estado está éticamente justificada. La mentalidad, como todo el montaje, se viene abajo a poco que uno la analice.

Trueman señala, además, que toda la argumentación rezuma una pobre concepción de la libertad, que se reduce a “la capacidad de conseguir una serie de orgasmos no entorpecidos por ningún tipo de responsabilidad relacional como un medio de romper el tedio de la vida”.

Recurso a una pseudociencia políticamente correcta, rechazo de la verdadera ciencia, elevar a los altares lo existente, el aburrimiento como el gran mal a evitar y para lo que vale todo y una noción tan empobrecida de libertad que da pavor. Esto es todo lo que ofrece la vanguardia de la revolución sexual. Menudo cóctel. A mí, desde luego, no me pillan

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