La “salud reproductiva” como instrumento de política internacional

La “salud reproductiva” como instrumento de política internacional

Resulta interesante la entrevista publicada en la revista italiana Il Timone con el economista y demógrafo Gérard-François Dumont, autor del profético libro El festín de Cronos, que en España publicó en 1995 Editorial Rialp.

Dumont, al referirse a los esfuerzos de las organizaciones internacionales por promover la llamada “salud reproductiva“, un eufemismo para extender la contracepción, la esterilización y el aborto, explica que “se trata de organizaciones profundamente influenciadas por el malthusianismo de los Estados Unidos que es la consecuencia del informe de Henry Kissinger de 1974, durante muchos años mantenido en secreto. Este texto explicaba que para mantener su potencia en el mundo los Estados Unidos debían impedir el crecimiento demográfico en los otros países y financiar la contracepción y el aborto en el extranjero. Y esto es justo lo que ha ocurrido”.

Se refiere Dumont al informe oficialmente titulado NSSM 200, esto es, «National Security Study Memorandum 200 Implications of Worldwide Population Growth for U.S. Security and Overseas» (Memorandum de Seguridad Nacional 200 Implicaciones del crecimiento de la población mundial para la seguridad de los Estados Unidos y sus intereses en el extranjero). Y en efecto, el informe fue redactado en 1974, momento álgido de propaganda de lo que se bautizó como la “bomba demográfica” que iba a estallar de un momento a otro y crear un escenario apocalíptico por culpa de la superpoblación, tal y como se predicaba desde el Club de Roma.

En agosto de ese año se llevó a cabo una cumbre mundial sobre población organizada por la ONU en Bucarest. Allí, una mayoría de los países en vías de desarrollo rechazaron las propuestas estadounidenses de reducir su crecimiento demográfico. Fue entonces cuando el Consejo de Seguridad norteamericano, que dependía del entonces secretario de Estado Henry Kissinger, redactó el citado informe, que se mantuvo en secreto hasta que se desclasificó automáticamente en 1989 (hoy se puede consultar sin problemas a través de internet, en la página del ente gubernamental USAID). Un pasaje, significativo, del informe dice así: “Los países que trabajan para reducir los niveles de fertilidad deberán ser prioritarios en los programas de desarrollo y en las estrategias sobre salud y educación que tienen un efecto decisivo sobre la fertilidad. La cooperación internacional tendrá que dar prioridad a la ayuda a este tipo de esfuerzos nacionales“. En resumen: pórtate bien (o al menos pórtate como yo te digo), ten menos hijos, y a cambio te ayudaré económicamente.

Cuando el informe llegó a la mesa de Nixon parece ser que el entonces presidente lo dejó en la pila de asuntos no urgentes, ese lugar en el que los documentos pueden dormir siglos. Pero el que duraría poco fue Nixon, salpicado por el escándalo Watergate, que le forzaría a dimitir y llevaría a la presidencia estadounidense a Gerald Ford, quien parece ser que acogió con más interés el informe. No sabemos quién llegó a leerlo y sospechamos que las indicaciones en él contenidas aparecen en muchos otros documentos, pero lo que sí sabemos es que desde entonces estas recomendaciones se han aplicado extensivamente y se siguen aplicando. Eso sí, en tiempos recientes se le ha añadido al argumentario neomalthusiano el componente del peligro que la población supone para el cambio climático y la importancia de la sostenibilidad, palabra que aún no había entrado a formar parte de la jerga políticamente correcta internacional que ahora es común.

 

 

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