Los cuatro factores que matan la fe de los jóvenes

Los cuatro factores que matan la fe de los jóvenes

La verdad es que cuando leí el titular “Las cuatro cosas que mantienen alejados de Dios a los millennials” me picó la curiosidad. Para los que no estén familiarizados con eso de millennials, estamos hablando de gente nacida durante los años 80 y 90, que en estos momentos se consideran “jóvenes” en sentido amplio: entre los casi veinte y los treinta y pocos años.

Se trataba de una entrevista con un jesuita estadounidense, el Padre Robert Spitzer, S.J., y al acabar de leerla he de confesar que estuve muy tentado de titular este post con algo así como “Un jesuita con el que estoy de acuerdo”, o “Un jesuita que dice lo que enseña la Iglesia católica”. La verdad es que hubiera sido una malicia injusta, aunque también es verdad que en la actualidad no abundan jesuitas como el Padre Spitzer (basta echar un vistazo a las hemerotecas para constatarlo). A mí, por su ortodoxia, claridad, clarividencia y empuje me ha recordado a otro jesuita sui generis y estadounidense a quien tuve la suerte de conocer, el Padre Fessio, fundador de Ignatius Press.

Pero vamos al núcleo del asunto. Spitzer aporta datos a algo que cualquier percibe: los millennials se están alejando de la fe, se declaran cada vez más ateos. En Estados Unidos los jóvenes que dicen que no creen en Dios aumentan un 1% adicional cada año. En 2005 eran un 25% de los millennials, en 2016 ya son un 36% de esta misma generación. A este paso, en 15 años, la mitad se declararán ateos. Unos porcentajes enormes y nunca vistos antes.

¿Qué está ocurriendo?

Spitzer nos habla de Estados Unidos, pero creo que en gran medida su diagnóstico es extrapolable a nuestra realidad. En primer lugar nos avisa de que lo que está sucediendo, esta pérdida de la fe en los jóvenes, tiene mucho que ver con lo que sucede en la educación, donde una cosmovisión materialista se impone en las aulas, socavando una fe poco formada.

Y llegamos a los cuatro factores clave:

  1. La visión que tienen de la relación entre ciencia y fe. Explica Spitzer que “el silogismo básico es que  ciencia y fe son contradictorios, la ciencia es verdadera, luego la fe debe de ser falsa. Esto, por supuesto, no es cierto, pero ha sido ampliamente propagado” (entre un 20-25% de los jóvenes, afirma, cree en este mito cultural).
  2. Lo que llama “argumento muleta”: la religión sería una creación humana para soportar el sufrimiento y la muerte, Dios sería una muleta que nos hemos inventado los hombres, un Dios bueno y benevolente que nos da consuelo ante nuestro sufrimiento. Comenta Spitzer: “Esto es completamente infundado. Nadie ha inventado a un Dios benevolente, ¡eso viene de Jesús! En la historia de las religiones los dioses son realmente caprichosos y malévolos, es con Israel y la Cristiandad cuando empezamos a ver quién es Dios”.
  3. El tema del sufrimiento: argumenta el Padre Spitzer que les hemos transmitido a los jóvenes que “el amor y el sufrimiento son opuestos”, por lo que si hay sufrimiento en el mundo es que Dios no nos ama, es alguien cruel y en quien no vale la pena creer. Señala también que este tema de la reconciliación entre el amor y el sufrimiento ya fue abordado brillantemente por C.S. Lewis, pero necesitamos una reinterpretación actual de esta cuestión.
  4. Lo que llama la “duda sobre Jesús”: los jóvenes escuchan que Jesús era sobre todo un líder político, o un gran revolucionario, y sobre todo, que en ningún caso resucitó de entre los muertos.

Me ha llamado la atención un comentario que creo es de aplicación directa a España. Dice el Padre Spitzer que el nuevo currículum de religión aprobado por la Conferencia Episcopal es maravilloso… excepto porque no aborda estas cuestiones. Claro, se huye de la apologética, se quiere hacer algo más vivencial (lo cual, claro está, es muy necesario) y el resultado es que sigue la sangría de jóvenes que abandonan la fe. Está bien intensificar lo vivencial, pero si obviamos las cuestiones apologéticas, si despreciamos la razón, estamos construyendo estatuas con pies de barro. Y concluye con una frase lapidaria: “Necesitamos una cirugía radical, no tiritas. Tenemos que cambiar nuestro punto de vista”.

Si ya no se cree en Dios, todo lo demás pierde sentido. Spitzer da el ejemplo de la Doctrina Social de la Iglesia: si no existe Dios, no pasa de ser un conjunto de aforismos bienintencionados que se pueden dejar de lado cuando convenga. No basta, insiste, con una buena estructura catequética; no basta con el gran Catecismo que tenemos, se requiere además un esfuerzo apologético para dar razones y argumentos que apelen a la razón.

Es lo que él intenta hacer desde el Magis Center, donde ofrece recursos para abordar estos cuatro ataques que tantos estragos están produciendo entre los jóvenes. La tarea es urgente y descomunal, pero es también ineludible. El Padre Spitzer está volcado en ella, ojalá pronto veamos iniciativas de este tipo aparecer también en nuestro país.

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