Olimpiadas e ideología de género: cuando chocamos con la realidad

Olimpiadas e ideología de género: cuando chocamos con la realidad

Si no fuera por la capacidad de la ideología de género de hacer infelices a muchas personas, que viven en una trágica confusión, la verdad es que sería fuente de momentos memorables, dignos de cualquier antología del humor que se precie. Y es que la cháchara de los ideólogos de género se presta a chanzas de todo tipo. Se empeñan en imponernos un auténtico disparate: no existen los sexos, todo es una construcción cultural y, en consecuencia, podemos perfectamente redefinir nuestro sexo a nuestro antojo.

A esta locura, una alucinación totalmente desconectada de la realidad, le llaman derecho y no se cuantas cosas más. Es como si alguien se empeñase en que la ley de la gravedad es una construcción cultural, una imposición del “terrenismo” que no nos quiere dejar volar y, acto seguido, abogase por el derecho a abrir la ventana y salir a pasear por el aire si ése es nuestro deseo. Por supuesto, en estos casos siempre suele ocurrir que el que se da el paseo etéreo, con las consecuencias previsibles, nunca es el sesudo teórico de la cuestión, sino algún pobre incauto que se la ha tragado.

Uno de los últimos ámbitos en los que acaba de desplegarse el sinsentido de la ideología de género es en el de las Olimpiadas. Un terreno especialmente peligroso y que ha dejado al desnudo las contradicciones de esta ideología.

La noticia es la aprobación de una nueva normativa por parte del Comité Olímpico Internacional por la que los atletas “transgénero” podrán tomar parte en las competiciones olímpicas que deseen sin necesidad de cirugía. No entraremos en la cuestión de la cirugía (como si una intervención quirúrgica, sea una mutilación o un añadido, normalmente acompañado de la ingestión de determinadas hormonas, fuera capaz de transformar, por arte de magia, a un hombre en mujer y viceversa): sobre lo que el COI se ha definido se refiere a que un atleta que diga que se siente del sexo contrario al suyo podrá competir en las pruebas reservadas para ese sexo.

Hablando en plata: una mujer que dice sentirse hombre podrá competir en las pruebas masculinas y un hombre que dice sentirse mujer podrá competir en las pruebas femeninas. ¡Qué maravilla! ¡Qué conquista para la liberación de género! ¡Viva el COI! ¡Abajo el heterofascismo!

Un momento, un momento… no corran tanto y lean la letra pequeña. Resulta que, tras los vivas y el descorchar el champán para celebrar este hito, alguien ha advertido de que las competiciones femeninas podían verse inundadas de tíos que dicen sentirse mujeres y que, debido a la diferencia de constituciones, podían acaparar la mayoría de las medallas. ¡En menudo lío se habían metido!

El caso es que el COI ha tenido que hacer un arreglito para que las próximas Olimpiadas de Río no sean un hazmerreír: las atletas mujeres que dicen sentirse hombres podrán competir en las competiciones masculinas sin restricción, pero en el caso contrario, un hombre que se siente mujer, se han acordado restricciones adicionales, como por ejemplo niveles de testosterona por debajo de ciertos niveles al menos durante un año antes de la competición. O sea, que iguales pero no tanto. O sea, que el sexo es un constructo cultural… excepto si eres hombre y quieres competir en categorías femeninas.

Vamos, que la realidad se acaba imponiendo sobre la cháchara de género y los atletas de sexo masculino que se habían hecho la ilusión de ganar una medalla olímpica, aunque fuera en la categoría femenina, ya pueden irse despidiendo.

Por cierto, en el comunicado del COI se desliza una afirmación sorprendente que atenta contra la lógica más elemental: en relación a las pruebas cromosómicas para verificar el sexo de un atleta, afirma que “son acientíficas y no éticas”.

Ya lo saben, el cromosoma no es científico, lo científico debe de ser una charla en el bar con el atleta investigado en la que nos explique su vida y traumas. Y por supuesto, el cromosoma no es ético, como tampoco lo es la ley de la gravedad, el iris del ojo o la resistencia de los metales.

Ocurre que la realidad existe, ocurre que la naturaleza existe, por muchos discursos pomposos que hagamos y muchos aplausos que cosechemos. Todos nuestros discursos son radicalmente incapaces de cambiar nuestra naturaleza: no nos pueden hacer volar ni tampoco convertir a un hombre en mujer o viceversa. Es por ello que la ideología de género es mentira, una mentira que va colando mientras no sale de los papeles, pero que queda en evidencia cuando se tiene que enfrentar cara a cara a la realidad.

Escriba un Comentario

Your email address will not be published. Required fields are marked *

*

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <strike> <strong>