¿Nos hemos convertido en gnósticos sin darnos cuenta?

¿Nos hemos convertido en gnósticos sin darnos cuenta?

En las encuestas que se hacen sobre lo que creen los cristianos, el número de estos que creen en la resurrección de la carne es cada vez menor. Parece ser que cada vez es más común que creamos, sí, en una vida espiritual después de la muerte, pero al mismo tiempo cada vez son menos los cristianos que creen que nuestro cuerpo también está destinado a la vida eterna.

Dorothy L. Sayers, la novelista y teóloga, advirtió de que una de las razones para este fenómeno es la influencia gnóstica. Por gnosticismo, aquí, se refería Sayers a la tendencia a despreciar el mundo físico a partir de una falsa antítesis entre espíritu y materia. La doctrina cristiana es otra: Cristo resucitó al completo, también su cuerpo, no sólo para salvar el alma del hombre, sino al hombre en su totalidad, compuesto de alma y cuerpo.

Esto es lo que escribía Sayers al respecto en una obra de 1957, Further Papers on Dante:

La doctrina de la inmortalidad del alma, aunque los cristianos crean realmente en ella, no es particularmente característica del cristianismo, ni siquiera es vital para él. Ningún credo cristiano la menciona… La creencia característica del cristianismo es en la resurrección del cuerpo y en la vida eterna de la unión completa de alma y cuerpo. Una excesiva espiritualidad no es el signo del cristiano, sino del gnóstico”.

Esta reflexión es tremendamente actual transcurrido algo más de medio siglo desde que fue escrita y atañe a cuestiones muy concretas. Por ejemplo, pensaba, tiene mucho que ver con el modo en que realizamos los ritos funerarios y los cambios que estos han ido sufriendo. No hay que olvidar que la influencia de los cristianos durante el Imperio romano fue desplazando la cremación a favor de la inhumación. Si antes se hablaba de que el alma del difunto espera la resurrección del cuerpo, ahora, cada vez más, se tiende a obviar cualquier referencia al cuerpo. También en los funerales se han colado nociones gnósticas. Si lo cristiano es ver al difunto como una persona con cuerpo y alma, separados ahora por la muerte pero que se volverán a reunir con la resurrección, cada vez es más frecuente que se hable del cuerpo como esa cáscara que el difunto ha dejado atrás, ahora que su espíritu ya se ha liberado de estas ataduras y se ha convertido en una presencia espiritual que está ya para siempre entre nosotros. Fíjense en que, en esta visión influida por el gnosticismo ya no es el pecado el que nos separa de Dios, sino nuestro cuerpo material que nos impide elevarnos a la unión con Dios.

Leyendo y pensando en estas cosas no podía dejar de reflexionar sobre la renacida costumbre, cada vez más extendida, de incinerar a los muertos. Sí, ya sé que la Iglesia lo permite y que Dios puede resucitar igualmente a un cuerpo hecho cenizas que a un cuerpo roído por los gusanos, pero me parece que en algunos casos se puede interpretar esa aniquilación del cuerpo por el fuego de modo erróneo, en la línea gnóstica que ya Dorothy Sayers denunciaba.

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