Sentencia trampa para las Hermanitas de los Pobres

Sentencia trampa para las Hermanitas de los Pobres

Hace tiempo que sigo de cerca todo lo relacionado con lo que probablemente sea el legado más representativo del presidente Obama, la reforma sanitaria conocida bajo el nombre de Obamacare. Ya en 2010 advertía de su larga y amenazante sombra, y en 2014 me fijé en la cuestión del mandato abortivo impuesto por la administración Obama y la lucha que contra él encabezaban las Hermanitas de los Pobres. El último desarrollo de esta larga historia ha sido la reciente decisión del Supremo en Zubik v. Burwell anulando las sentencias que impedían la objeción de conciencia a las Hermanitas de los Pobres. Buena noticia, me dije.

Y sí, lo es, pero quizás no tanto como podríamos pensar tras una lectura rápida. De hecho, el Tribunal Supremo norteamericano no se ha pronunciado sobre los recursos interpuestos, evitando entrar en el fondo del asunto, y ha devuelto el asunto a las cortes inferiores, indicando a las partes que deben de llegar a un acuerdo, que el Supremo considera perfectamente posible. Una situación realmente curiosa, pues al menos en teoría las partes no tienen ninguna obligación a alcanzar acuerdo alguno y precisamente el papel de los tribunales es dictaminar sobre asuntos legales en los que tienen jurisdicción. En este caso, el Supremo, en un movimiento inédito, ha preferido jugar el papel de la maestra paciente que envía a los dos niños revoltosos al rincón hasta que hagan las paces.

La cuestión es delicada y los matices son importantes. La primera propuesta de la administración Obama consistía en que todas las empresas y organizaciones pagaran un seguro médico a sus empleados que incluyera abortivos y esterilizaciones. Tras las protestas de los grupos que tienen consideración de “iglesia”, éstos quedaron exentos, pero sólo en cuanto a su actividad estrictamente religiosa. Las universidades, escuelas, obras caritativas, etc., quedaban fuera de esta exención pues, en opinión de la Administración Obama, una institución, por ejemplo católica, que presta sus servicios a personas no católicas pierde su carácter católico, al menos en lo que respecta a su relación con la Administración (un criterio curioso que, como algunos han comentado, haría que el mismo Jesús no pudiera acogerse a la exención ofrecida por Obama). Tras las quejas de éstas, forzadas por el gobierno a colaborar activamente con unas acciones que consideran gravemente malas, la propuesta del gobierno fue la siguiente: de acuerdo, vosotros pagáis el seguro médico de vuestros empleados y nos comunicáis vuestra objeción al conocido como mandato contraceptivo. Nosotros, por nuestra parte, obligamos a las aseguradoras a suministrar abortivos y esterilización gratis a todos vuestros empleados. De este modo respetamos vuestra conciencia y al mismo tiempo nos salimos con la nuestra.

La propuesta fue rechazada por algo obvio: eso de que los abortivos se ofrecen gratis es falso pues, como sabemos muy bien a estas alturas, no hay nada gratis. De hecho, las compañías aseguradoras lo están cobrando en el total del seguro. Estamos ante un juego de palabras para ocultar la realidad y tranquilizar conciencias, algo que se expresa muy bien con aquello de hacer trampas en el solitario.

Ahora, el Supremo sugiere que se puede alcanzar otro tipo de acuerdo entre las partes que satisfaría a todo el mundo. Las Hermanitas de los Pobres (y el resto de organizaciones que se niegan por motivos de conciencia a colaborar con el suministro de abortivos y esterilizaciones) no pagarían por los conceptos problemáticos ni tendrían que realizar ninguna manifestación declarando su objeción, sino que el gobierno obligaría a todas las compañías a ofrecer a los empleados esos servicios de manera gratuita y separada, sin conexión con el seguro pagado por las Hermanitas. Una propuesta que el Tribunal Supremo considera que debería contentar a todo el mundo pero que no es más que la enésima trampa. Y es que a nadie se le escapa que no es cierto que el ofrecimiento “gratuito” de esos servicios no tenga ninguna conexión con el seguro contratado por las Hermanitas. Como prueba, algo muy evidente: si las Hermanitas cambian de compañía aseguradora, ¿la antigua compañía seguirá ofreciendo esos servicios abortivos y de esterilización sin cargo alguno a los empleados de las Hermanitas de los Pobres? Resulta obvio que no, que estos servicios serán suministrados por la nueva compañía de seguros, demostrándose así que de hecho las Hermanitas están pagando por esos servicios, aunque no aparezcan en la factura. Estamos pues ante una nueva mentira piadosa de corto alcance, un nuevo juego de malabares para ocultar una realidad que todos sabemos que está ahí.

Llegados a este punto, uno puede preguntarse: ¿Pero qué quieren las Hermanitas de los Pobres? ¿Con qué se quedarían satisfechas? En realidad, si uno atiende a sus argumentaciones, es bastante sencillo. Las Hermanitas están dispuestas a pagar por un seguro médico y que luego la compañía de seguros ofrezca a cada uno de sus empleados los dichosos abortivos y servicios de esterilización como una cobertura adicional, con su coste, y que pueda ser aceptada o rechazada por sus empleados. No habría así inscripción automática y esos servicios tendrían un coste, que el empleado podría pagar o no, del mismo modo que puede pagar o no por otros servicios extra, como por ejemplo un plan dental. De este modo estaríamos ante una decisión del empleado, y el empleador no estaría colaborando en algo que va en contra de sus creencias.

¿Y por qué la administración Obama no ha aceptado esta solución que parece tan razonable? Pues porque parece que no se trata aquí meramente de dar la oportunidad y respetar la libertad de cada quien, sino de forzar a todo el mundo a aceptar lo que el Estado, en materia de contracepción, ha definido como necesario. Y de paso dejar claro quién manda aquí.

No deja de resultar sorprendente que la Administración Obama haya llegado hasta este extremo, mostrando una cerrazón increíble y llegando a amenazar a unas personas tan queridas como las Hermanitas de los Pobres, dedicadas con tanta abnegación a cuidar de los ancianos más necesitados. Las Hermanitas han afirmado, con su perenne sonrisa, estar dispuestas a ir a la cárcel antes que actuar contra lo que creen, una hipótesis que ha espantado incluso a los jueces del Supremo más alineados con Obama. Y es que esa imagen hubiera podido poner de manifiesto el verdadero modo de proceder de la administración Obama y despertar de su letargo a muchas personas. Algo impropio de un año electoral.

El Tribunal Supremo devuelve pues la pelota y promueve un acuerdo que no es más que una vuelta de tuerca más al engaño del que la Administración Obama se resiste a salir. Es probable que esta historia aún nos ofrezca unos cuantos capítulos más.

Un Comentario

  1. Y sin embargo, la lucha de las Hermanitas contra el todopoderoso gobierno Obama, contra las seguro corrientes proabortistas es maravillosa y esperanzadora. En el fondo, aunque el Supremon se lave las manos, no deja de ser una bofetada al Presidente y sus tics ideológicos impositivos.

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