Harriet Tubman, ‘la Moisés’ de los esclavos negros

Harriet Tubman, ‘la Moisés’ de los esclavos negros

La noticia se conoció hace pocos días: la efigie de Andrew Jackson en el billete de 20 dólares va a ser sustituida por la de Harriet Tubman. Se descarta así a un viejo hombre blanco, sustituido por una mujer negra que dedicó su vida a la lucha contra la esclavitud.

¡Qué modernos, feministas, multirraciales y progres somos! La candidata demócrata a la presidencia, Hillary Clinton, se ha apuntado rápidamente al carro expresando su apoyo a la decisión con estas palabras: “Una mujer, una líder y una luchadora por la libertad. No puedo pensar en una mejor elección”.

Sólo hay un pequeño problema: que la realidad, la historia real, no se ajusta a la versión propagandística para uso del buen progre.

Lo ha escrito el profesor de Princeton Robert P. George con una dosis no desdeñable de provocación: “¡Uau! Andrew Jackson, un populista racista que ha sido honrado durante generaciones como uno de los padres fundadores del Partido Demócrata, será reemplazado en el billete de 20 dólares por Harriet Tubman, una mujer republicana, cristiana evangélica, portadora de armas y negra. Después de todo hay algo de justicia en el mundo”.

Hay algo más que provocación en las palabras de George: cuando fue designado para formar parte de la Comisión estadounidense sobre Libertad Religiosa Internacional, el famoso profesor eligió la Biblia que había pertenecido a Harriet Tubman, y que trajeron expresamente desde la Fundación que preserva su legado, para jurar su cargo en una emotiva ceremonia en el Tribunal Supremo.

Y es que la imagen extendida de que los demócratas son los amigos de los negros y de la libertad, mientras que los republicanos son racistas, machistas y fachas no encaja muy bien con la historia de ambos partidos. Un hecho al que le dediqué un capítulo en mi libro La Historia de los Estados Unidos como jamás te la han contado (perdonen el autobombo, pero Stella Maris acaba de publicar la segunda edición, esta vez en formato bolsillo, y como autor que soy, y en esto discípulo no muy aventajado de Umbral, no puedo dejar de recomendársela) y que rompe bastantes ideas preconcebidas.

Andrew Jackson, en efecto, fundó el Partido Demócrata y fue el primer presidente perteneciente a ese partido. No sólo no movió un dedo contra la esclavitud, sino que él mismo fue dueño de esclavos. De hecho, esta impronta esclavista pervivió en el Partido Demócrata, que siempre apoyó o toleró la “peculiar institución”.

Fue también, como tantos políticos demócratas que le siguieron, un populista siempre dispuesto a halagar a las masas con promesas en muchos casos irrealizables y demagógicas (otra costumbre bien arraigada en su partido).

Por otra parte, su política con respecto a los indios fue calamitosa (para los indios, no para quienes se aprovecharon de ellos). Como escribí en mi libro: “Le cabe el dudoso honor de haber sido el primer presidente en haber promulgado una ley de expulsión de los indios de sus tierras al presidente Andrew Jackson, 7º presidente, quien en 1830 firmó la Indian Removal Act. Esta ley arrancaba a los indios cualquier tierra que poseyeran al este del Mississippi y les compensaba con tierras en el bautizado “territorio indio” en el Oeste“. Lo que les esperaba a los indios despojados de sus tierras en su nuevo destino es uno de los episodios más oscuros de la historia norteamericana.

Harriet Tubman, por su parte, es conocida por su papel como “conductora”, bajo el apodo de “Moisés”, en el “Ferrocarril subterráneo” encargado de trasladar clandestinamente a esclavos desde estados esclavistas hasta aquellos abolicionistas. Los términos no hacen referencia a un ferrocarril real, sino que era el modo de hablar en clave de la red, que incluía también “estaciones”, esto es, lugares en los que los esclavos fugitivos podían descansar a salvo, que se estima que consiguió llevar a la libertad a unos 100.000 esclavos.

Tubman había nacido esclava en un pueblo de Maryland y como tal había sufrido maltratos hasta que se escapó en 1849 a Filadelfia. Luego regresó a su estado natal, siempre armada y sin miedo a disparar, para rescatar a su familia, empezando así una labor que continuaría después con, se calcula, unos 300 esclavos. Viajando de noche, en extremo secreto, su tarea hizo que se pusiera precio a su cabeza.

Durante la Guerra Civil, Tubman fue exploradora y espía, y no una espía cualquiera, sino una de las más valiosas del Ejército de la Unión, llegando a dirigir una expedición armada que consiguió liberar a más de 700 esclavos.

Fue también, durante la guerra, una de las más insistentes abogadas en favor de permitir que los negros pudieran combatir en las filas del ejército del Norte, algo que no estaba permitido en la mayoría de los regimientos y que fue una realidad, aunque pequeña y limitada, en el 54 Regimiento Voluntario de Infantería de Massachusetts, a las órdenes de su amigo el general Robert Gould Shaw.

Al acabar la guerra, Tubman se instaló en un pueblo del estado de Nueva York, Auburn, donde se dedicó a cuidar de sus padres, contrajo matrimonio y adoptó a una niña.

Ya hemos visto que era una mujer de armas tomar, también en sentido literal, pero lo que le movía no era ni el odio ni la venganza, sino su profunda fe cristiana, la misma que alimentaba con la lectura de la Biblia sobre la que Robert P. George juró y que le llevó a tener un papel importante en la construcción de una iglesia y de un hogar para ancianos.

Siempre activa, Harriet Tubman reclamó el sufragio femenino, abogó por medidas en favor de los veteranos de guerra negros, que en general no fueron tratados como tales, y apoyó a los políticos del Partido Republicano.

Decíamos al principio que con el cambio de efigie en el billete de 20 dólares sustituíamos a un viejo hombre blanco por una mujer negra. Quizás sería más preciso decir que sustituimos al esclavista fundador del Partido Demócrata por una mujer negra, republicana, bien armada y con una sólida fe cristiana.

Vamos, que, y lo sentimos por los progres entusiasmados por una lectura superficial de la noticia, Harriet Tubman, excepto por su sexo, está mucho más cerca de Ted Cruz que de Hillary Clinton.

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