Cara y cruz en Oxford

Cara y cruz en Oxford

Oxford sigue siendo un lugar fascinante, marcado por su vida universitaria y donde los católicos muestran síntomas de un vigor que a muchos puede sorprender. En concreto, los dominicos en Blackfriars o el Oratorio son dos tesoros que tiene la Iglesia católica en la ciudad de Newman y Tolkien (entre muchos otros ilustres católicos).
Aurora Griffin acaba de publicar un artículo, Mis dos años como católica en Oxford, en el que explica su experiencia como doctoranda en teología allí. El artículo es muy recomendable para quien pueda leer en inglés. Allí descubrirá la vitalidad multiforme del catolicismo oxoniano… y también su decadencia.
Contemplará el contraste entre unos dominicos acogedores, rigurosos en el estudio y ortodoxos, algo muy importante si consideramos que el tema elegido por Griffith para su tesis es el del papel de las mujeres en la Iglesia.
Griffin explica el papel de su director de tesis, un dominico, así: “Fue una gran bendición realizar este tipo de estudio sobre un tema controvertido bajo la guía de un sacerdote fiel. Pudimos explorar el asunto con libertad porque sabía que que no me iba a introducir ideas heterodoxas sobre la ordenación de mujeres. Al contrario, entendió inmediatamente cómo el liderazgo en la Iglesia es en primer lugar servicio, y esto marcó nuestra discusión en interesantes formas“.
Esta experiencia positiva tiene su otra cara en la visita a los jesuitas de Campion Hall. Escribe Griffin:
“La única misa a la que asistí fue bastante rara, no en la antigua y preciosa capilla, sino en una pequeña habitación con moqueta. Nos sentamos en semicírculo y cuando llegó el momento de la comunión el plato fue pasando de mano en mano, cada uno dando el sacramento a su vecino. Mi incomodidad aumentó durante la conversación en la cena, en la que expliqué que estaba estudiando el rol de la mujer en la Iglesia. Varios residentes me preguntaron si iba a ser más adelante sacerdote(isa), lo que me tomé en un primer momento como una broma, reaccionando con unas risas. Cuando finalmente respondí que no, uno de los sacerdotes allí presentes me dijo, con el ceño fruncido: “Bueno, no encontrarás a nadie aquí para quien el sacerdocio femenino sea un problema“. En base a lo que había visto, bien podía ser cierto”.
Ya ven que Griffin escribe con gracia y sin pelos en la lengua, una delicia en nuestros tiempos de autocensura políticamente correcta. Un amigo que también ha pasado una buena temporada en Oxford me confirma que lo que explica el artículo es fácilmente reconocible para cualquier oxoniano. Reitero pues mi invitación a que lean este curioso e interesante artículo.

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