La “autocensura” de Occidente: reescribe las obras clásicas para eliminar todo lo que suene a cristiano

La “autocensura” de Occidente: reescribe las obras clásicas para eliminar todo lo que suene a cristiano

La censura de todo lo políticamente correcto sigue imparable su avance, extendiendo sin cesar su campo de actuación y restringiendo cada vez más lo que nos está permitido expresar (y pronto incluso pensar). Cuentan, para ello, con grados enormes de autocensura, cuidadosamente adiestrada durante los largos años de la escolarización. Las expresiones del pasado, obviamente, escapan a esta autocensura y en más de una ocasión, al contemplar una película, un libro, una revista, incluso una canción, nos sorprendemos al encontrar expresiones que hoy serían imposibles, inconcebibles, directamente culpables.

Pero nada puede detener a la moderna máquina de censura que domina nuestro tiempo y, parangonando las técnicas de reescritura del pasado que eran uno de los pilares de la Oceanía del 1984 de Orwell, ya no nos contentamos con el presente sino que metemos la tijera en el pasado. Ya no es ciencia ficción, sino algo muy real y actual.
Desde la vecina Francia nos llega la noticia de la reescritura de los clásicos que aún encuentran cabida en la Bibliothèque Rose, la colección de literatura infantil y juvenil más popular al otro lado de los Pirineos. Así, los clásicos han sido enteramente reescritos para hacerlos más acordes con nuestros tiempos: eliminación de formas verbales del pasado consideradas demasiado complejas, del vocabulario juzgado demasiado complicado, de largas descripciones, de escenas que podrían causar traumas, de expresiones políticamente incorrectas sobre grupos étnicos o sexos, etc.

Pero los nuevos censores no se detienen en los cuentos clásicos, sino que caen sobre otras obras más cercanas en el tiempo, como los famosos Cinco de Enid Blyton. Las modificaciones que se incorporan en la última edición publicada en Francia por Hachette son significativas de por dónde van los tiros. En El Club de los Cinco junto al mar, aparecía una escena, en el capítulo V, en la que los famosos protagonistas iban a misa. ¡Qué horror! Afortunadamente la nueva versión cambia esa visita a un lugar claramente inadecuado por un paseo por el mercado. La descripción de la misa y del párroco dejan su lugar a las legumbres, las verduras y los pollos: “Su sermón, muy sencillo, parecía emocionar a cada uno de los fieles en particular. Él les conocía bien a todos, era su amigo“, leíamos en la versión aún editada en 2000, ahora el pasaje se convierte en “Mme. Elouan conocía bien al carnicero pues era él quien se encargaba de vender las gallinas de su granja“. Como ven, un gran progreso.

¿Se trata de un caso aislado o de una tendencia general? Lo ocurrido con la Condesa de Ségur parece indicar que se trata más bien de lo segundo. En concreto, la editorial Max Milo ha reeditado, también en Francia, la obra titulada El pobre Blas (Pauvre Blaise). En esta ocasión han sido suprimidos capítulos enteros, como el que explica la primera comunión de Blas, una ceremonia que la mentalidad dominante juzga como poco recomendable. La nota que han hecho pública los editores justificando su decisión no tiene desperdicio y es toda una muestra de la hipocresía con que se reviste esta nueva censura antirreligiosa: “Al tomar la decisión de suprimir el capítulo nuestra intención no era ni criticar, ni culpar, ni expresar nuestra reprobación ante contenidos de dimensión religiosa. Nuestra voluntad era más bien volver a poner en las manos de los niños ese texto intentando adaptarlo a su contexto contemporáneo… En relación con el capítulo de la comunión, nuestra voluntad es dar una oportunidad a este texto de entrar en escuelas en las que un debate sobre la religión podría ser mal recibido y provocar ciertas derivas“. Lo de las derivas inconvenientes se nos escapa, aunque quizás se trate de que algún niño incluso pudiera considerar que la religión católica es digna de interés o, aún peor, de que tiene trazas de ser verdad, algo inaceptable en la muy laica educación francesa.

Una censura de este tipo, que se considera inaceptable en cualquier otro contexto, se transforma en recomendable o incluso en una obligación cuando está en juego eliminar cualquier referencia a la incómoda e inoportuna religión católica, contra la que todo parece valer, incluyendo las más ridículas mutilaciones literarias.

Un tercer y último ejemplo: Casterman, actualmente parte del grupo Gallimard, ha sustituido en el álbum de Hergé Destino Nueva York, protagonizado por Jo, Zette y Jocko, la figura del sacerdote misionero católico por un etnólogo, con la consiguiente pérdida de sentido de un par de escenas. No se puede tener todo.

Gracias a Dios ni Enid Blyton, ni la Condesa de Ségur, ni Hergé ya pasaron a mejor vida y no tienen que contemplar la censura laicista y totalitaria de esta época en la que se puede hablar de todo menos de lo que ha quedado fuera del territorio aceptable, y la religión católica ha sido sin duda expulsada extramuros. Ya no son amenazas, sino hechos muy reales. Ah! Una recomendación: si tienen algún libro en casa con referencias positivas a la religión guárdenlo como oro en paño, dentro de no tanto será una valiosa rareza.

 

 

 

 

Escriba un Comentario

Your email address will not be published. Required fields are marked *

*

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <strike> <strong>