Matrimonio: lo que va de Lutero a la Iglesia

Matrimonio: lo que va de Lutero a la Iglesia

He estado estos días releyendo algunos pasajes de El protestantismo comparado con el catolicismo de Jaime Balmes. He vuelto a encontrarme con un pensador fino y certero, que despliega una lógica aplastante y cuyos comentarios siguen siendo muy pertinentes.

En concreto, me ha llamado la atención el análisis que hace Balmes de la importancia de la institución del matrimonio y de cómo la Iglesia siempre actuó en consecuencia, heroicamente a veces, en contraste con Lutero y el resto de sus seguidores. Escribe Balmes:

“Pero, a pesar del benéfico influjo que por sí mismas habían de ejercer las doctrinas cristianas, no se hubiera logrado cumplidamente el objeto, si la Iglesia no tomara tan a pecho el llevar a cabo la obra más necesaria, más imprescindible para la buena organización de la familia y la sociedad: hablo de la reforma del matrimonio. La doctrina cristiana es en esta parte muy sencilla: uno con una, para siempre; pero la doctrina no era bastante, a no encargarse de su realización la Iglesia, a no sostener esa realización con firmeza inalterable, porque las pasiones, y sobre todo las del varón, braman contra semejante doctrina y la hubieran pisoteado, sin duda, a no estrellarse contra el insalvable valladar que no les ha dejado vislumbrar ni la más remota esperanza de victoria. ¿Y querrá también gloriarse de haber formado parte del valladar el protestantismo, que aplaudió con insensata algazara el escándalo de Enrique VIII, que se doblegó tan villanamente a las exigencias de la voluptuosidad del landgrave de Hesse-Cassel?”.

Balmes había entendido bien que en cuestiones de tanto calado como ésta, fundamento de la vida social, contemplar la mínima posibilidad de relajar la defensa del matrimonio (que siempre ha resultado y resultará molesto para aquellos poderosos acostumbrados a hacer siempre según su antojo) era ya salir derrotados en un aspecto crucial, de consecuencias incalculables.

Y continúa el filósofo de Vich:

“Los escritores parciales pueden registrar los anales de la historia eclesiástica para encontrar desavenencias entre papas y príncipes y echar en cara a la corte de Roma su espíritu de terca intolerancia con respecto a la santidad del matrimonio, pero si no los cegara el espíritu de partido comprenderían que si esa terca intolerancia hubiera aflojado constante, si el Pontífice de Roma hubiese retrocedido ante la impetuosidad de las pasiones un solo paso, una vez dado el primero encontrábase una rápida pendiente y al final de ésta un abismo, comprendería el espíritu de verdad, la honda convicción, la vida fe de que está animada esa augusta cátedra ya que nunca pudieron consideraciones ni temores de ninguna clase hacerla enmudecer, cuando se ha tratado de recordar a todo el mundo, y muy en particular los potentados y a los reyes: Serán dos en una carne, lo que Dios unió no lo separe el hombre, comprenderían que si los papas se han mostrado inflexibles en este punto, aún a riesgo de los desmanes de los Reyes, además de cumplir con el sagrado deber que les imponía el Augusto carácter de jefes del cristianismo, hicieron una obra maestra en política, contribuyeron grandemente al sosiego Y bienestar de los pueblos”.

¡Cuánta sabiduría y penetración encontramos en Balmes! Bien harían algunos obispos y cardenales en leer y meditar sus sabias y proféticas palabras. A buen seguro que, si actúan de buena fe, se darían cuenta del daño que hacen algunas actitudes pretendidamente “pastorales”.

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