San Jerónimo responde a Lucía Caram

San Jerónimo responde a Lucía Caram

Bueno, en realidad a quien respondió fue a Elvidio, pero como la Caram ha dicho lo mismo que Elvidio, la respuesta de San Jerónimo vale para ambos.

Elvidio, como la Caram, afirmó que María y José mantuvieron relaciones sexuales (“era una pareja normal, y lo normal es tener sexo”, afirmó la monja argentina; Elvidio vino a decir lo mismo con un poco más de retórica). Afirmaciones que produjeron la reacción de San Jerónimo, quien escribió un texto, Contra Elvidio, que titula “La Virginidad perpetua de María Bendita”.

A diferencia de las tímidas reacciones que ha suscitado las palabras de la Caram, San Jerónimo habla con una fuerza y claridad envidiables. Eran otros tiempos, dirán algunos; en efecto, eran tiempos de fe vibrante y en los que la Iglesia no cesaba de anunciar el Evangelio a las gentes.

No voy a reproducir el interesantísimo texto de San Jerónimo, que los interesados pueden consultar en el enlace que he adjuntado, pero sí quiero fijarme en unos pocos párrafos que muestran el modo de abordar las afirmaciones de Elvidio y la Caram por parte de los Padres de la Iglesia.

En primer lugar, San Jerónimo descalifica a Elvidio y sus torticeros conocimientos:

“No hace mucho me pidieron algunos hermanos que contestara a un panfleto escrito por un tal Elvidio. He atrasado hacer esto, no porque sea un tema difícil en el cual defender la verdad y refutar a un campesino ignorante que tiene escaso conocimiento del primer destello de aprendizaje, sino porque me temía que mi respuesta pudiera hacerlo parecer alguien digno de ser derrotado”.

Luego, San Jerónimo no parece muy partidario del mantra hodierno del diálogo siempre y a todo precio, sino que, debido al escándalo que estas afirmaciones provocan en los sencillos, reclama una acción clara y contundente que condene al silencio a quien dice tales sandeces:

“Pero todos estos justos motivos para mantener el silencio, hace poco han dejado de influenciarme, debido al escándalo causado a los hermanos que estaban disgustados ante sus delirios. El hacha del Evangelio debe, por lo tanto, aplicarse a la raíz de un árbol sin frutos, y tanto el árbol como su follaje sin fruto deben tirarse al fuego, para que Elvidio – que nunca aprendió a hablar—pueda a la larga aprender a callar su lengua.”

A continuación recuerda lo que es la fe de la Iglesia:

“Debo invocar al Espíritu Santo para expresar Su significado por mi boca y defender la virginidad de María Bendita. Debo llamar al Señor Jesús para resguardar de toda sospecha de relación sexual a la sagrada habitación del vientre en el que Él habitó por diez meses. Y también debo rogar a Dios Padre que muestre que la madre de Su Hijo, que fue una madre antes de ser una recién casada, continuó siendo virgen después de que su hijo nació.”

Como ya he dicho, invito a los interesados a leer el texto, tampoco muy largo, de San Jerónimo. Y a quien quiera profundizar sobre la cuestión, le recomiendo este post de José Miguel Arráiz: La Virginidad perpetua de María en la historia.

Acabaré volviendo a San Jerónimo y al último párrafo de su escrito Contra Elvidio(-Caram):

“Y debido a que pienso que, encontrar la verdad es muy duro para usted, usted volverá a menospreciar mi vida y a abusar mi carácter (de la misma manera que las mujeres débiles chismean en las esquinas cuando han sido reprendidas por sus amos), yo debo anticipármele. Yo le aseguro que tomaré sus insultos como una alta distinción, ya que los mismos labios que me asaltan han menospreciado a María y yo, un sirviente del Señor, soy favorecido con los mismos ladridos de elocuencia que su madre.”

Cuando, a menudo, se aboga por una vuelta al cristianismo de los primeros cristianos, supongo que esta propuesta también incluye volver a la claridad y contundencia de esos primeros cristianos en la defensa de la virginidad de María, ¿no?.

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