Sobre Dios y la historia

Sobre Dios y la historia

La reflexión pausada no se estila hoy en día. Preferimos correr detrás de la última ocurrencia o anécdota. Pero aún existen rara avis que sí se paran a pensar, a reflexionar pausadamente y si su campo es la historia y quien reflexiona es cristiano, no cabe otra que acabar planteándose el papel de Dios en la misma. Es lo que ocurre con Rafael Sánchez Saus, que después de ofrecernos un magnífico estudio sobre el devenir de los mozárabes en su Al-Andalus y la Cruz, ahora ha publicado en Editorial Encuentro un libro titulado “Dios, la historia y el hombre”.

Las cuestiones abordadas son amplias y de calado profundo. No aspira Sánchez Saus a decir la última palabra sobre ellas, sino que plantea, apunta, desarrolla, documenta y nos deja abundante material para nuestra propia reflexión y estudio. En este sentido estamos ante un libro que abre numerosos caminos por los que los interesados en la filosofía y la teología de la Historia podrán avanzar. Eso sí, el autor nos sugiere algunos guías para orientarnos mejor, aquellos que también le han acompañado en estas indagaciones: Dawson, el Maritain de la Filosofía de la Historia, Pieper, Löwith…

La cuestión, por otra parte, no es secundaria. Como muy bien recuerda Sánchez Saus, esta reflexión sobre la historia “forma parte integral de la fe cristiana. Más aún, “la negación de un sentido a la historia no puede sino desembocar forzosamente en la negación de un sentido e incluso de una realidad a la humanidad y al hombre”. Nos jugamos mucho, pues; uno está tentado a decir que nos lo jugamos todo. Y es que nuestra civilización se funda en esta visión de la historia con un sentido, superando “el antiguo temor al destino y al ciego azar”, en palabras de Karl Löwith.

La cuestión nos lleva, es obvio, a la reflexión acerca de la Providencia… y a sus sucedáneos seculares, con todos los horrores que han producido en la historia más reciente. Lo que abre, según el autor, un nuevo panorama: “el hundimiento de los sistemas filosóficos que pretendían dotar de finalidad a la historia al margen o en contra del cristianismo, pero siempre como su derivación bastarda, ha dejado nuevamente a éste… como única cosmovisión no caducada que sigue afirmando que la historia posee finalidad y sentido”. Interesante es también el comentario, a propósito de esto, acerca de la incoherencia que supone aceptar la acción de Dios en nuestras vidas, entendidas individualmente, pero no en la historia.

De aquí pasa el autor a abordar dos cuestiones capitales: el sentido del tiempo y el modo en que seleccionamos los hechos que consideramos históricos. La primera de ellas da pie a detenerse en eso tan actual de presentar todo tiempo pasado como un pozo sin fondo de miseria y maldad, anacronismo culpable de nuestra época que sugiere un enfermizo y miope sentido de superioridad. También aborda Sánchez Saus en esta parte del libro un tema clave y complejo a la vez como es el modo en que se conjugan el tiempo de los hombres y el tiempo de Dios.

Si bien la acción de Dios en la historia es algo que todo cristiano debe afirmar, los modos en que se produce son, frecuentemente, desconcertantes y habitualmente pareciera que Dios se complace en seguir caminos diferentes a los que nosotros, en nuestra sabiduría meramente humana, prevemos. Aquí el autor recurre a Herder para presentarnos a un Dios que conduce a la humanidad “por sendas obscuras”, donde la heterogénesis de los fines juega un papel primordial y la libertad de los hombres es respetada aún teniendo que pagar el precio del aparente triunfo temporal del pecado. La serie de “leyes” que propuso Maritain y que Sánchez Saus comenta son muy jugosas, fuente de profunda reflexión… para quien les dedique un cierto tiempo.

Podríamos seguir desgranando el libro, repasando las cuestiones apuntadas y las pistas que nos ofrece el autor para seguir estudiándolas, pero creemos que lo dicho hasta aquí es suficiente para  hacerse una idea de una obra destinada a un público minoritario pero que resulta sumamente sugerente. Citando a Pieper, la cuestión de “la tradición del pensamiento occidental acerca del estado final intratemporal de la historia… no es en modo alguno extraña al hombre del siglo XX, ni tampoco, debemos añadir, al del XXI”. De hecho, la cuestión es, en este nuestro siglo XXI, aún más acuciante e impostergable. Ojalá esta obra de Sánchez Saus sirva para que muchos cristianos se tomen en serio el estudio de este crucial tema.

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