Corea del Norte y la esclavitud del siglo XXI

Corea del Norte y la esclavitud del siglo XXI

Llama la atención el contraste que ofrece Corea del Norte: un país capaz de desarrollar un ambicioso programa nuclear, con cada vez más potentes misiles balísticos, por una parte, y al mismo tiempo un país caracterizado por el aislamiento, la miseria y las frecuentes hambrunas que padece gran parte de su población. ¿Cómo puede ser que un país que no puede ni siquiera alimentar como es debido a su población tenga los recursos necesarios para construir un arsenal de misiles que ya podrían alcanzar los Estados Unidos? ¿De dónde saca el dinero necesario para financiar estos programas?

Una reciente investigación del programa de la BBC, Panorama ha desvelado una de las fuentes de ingresos de las que se nutre el régimen norcoreano: la exportación de trabajo esclavo.

Cientos de miles de norcoreanos son enviados a la fuerza por el régimen comunista que ostenta el poder en aquel país a trabajar en condiciones de esclavitud a diferentes países, entre los que los mayores receptores son China y Rusia, aunque hay muchos otros, incluso algunos tan cercanos como Polonia. Estos norcoreanos son enviados forzosamente mientras sus familias son retenidas en el país como rehenes en el caso de que a alguno de ellos se le pasara por la cabeza abandonar el trabajo al que ha sido asignado.

Las condiciones de trabajo a las que están sometidos estos trabajadores norcoreanos no deja lugar a dudas: largas jornadas de trabajo sin descanso que pueden ascender hasta 20 horas al día, durmiendo en el mismo lugar de trabajo, con uno o dos días de descanso al mes, comida insuficiente y el envío obligatorio de la mayor parte de sus salarios a Corea del Norte, donde quedan en poder del régimen. Por supuesto, los trabajadores están en todo momento vigilados y supervisados por otros norcoreanos que se aseguran de que cumplen los cometidos que les han sido asignados.

No estamos hablando de unos pocos cientos de trabajadores, ni siquiera de unos pocos miles, sino que se estima que los trabajadores norcoreanos trabajando fuera del país en estas condiciones ascienden a 150.000, de los que la mayor parte se encuentran en China y Rusia, aunque se tiene constancia de este tipo de prácticas con trabajadores norcoreanos en Argelia, Angola, Camboya, Guinea Ecuatorial, Etiopia, Kuwait, Libia, Malasia, Mongolia, Myanmar, Nigeria, Omán, Polonia (donde se calcula que están empleados unos 800 en actividades de construcción), Qatar y los Emiratos Árabes Unidos. Los sectores a los que se destinan estos trabajadores son principalmente el minero, textil y construcción.

El Washington Post ha estimado que esta práctica puede generar en torno a 2.300 millones de dólares por año, una importante cantidad que se usaría para mantener el nivel de vida de la élite comunista y del Ejército y para financiar el programa de desarrollo nuclear norcoreano.

Un escándalo con mayúsculas que nos recuerda que la esclavitud existe en el siglo XXI y, en este caso, está vinculada al régimen comunista de Corea del Norte. Una realidad que no parece lo suficientemente impactante para la mayor parte de los medios, que prefieren no hacerse eco de lo que supone vivir en un régimen comunista. Mucho mejor hablar de la última salida de tono de Trump, éste sí, líder del “imperio del mal” según todo progre que se precie.

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