Exodus: un análisis riguroso de los fenómenos migratorios

Exodus: un análisis riguroso de los fenómenos migratorios

Exodus, el libro que analiza los fenómenos migratorios del economista inglés Paul Collier, es un libro importante. Lo es porque aporta análisis y datos a una cuestión crucial pero que se suele abordar desde el simplismo y el emotivismo más visceral.

Collier, además, no puede ser acusado de prejuicios antimigratorios: su bisabuelo era un alemán emigrado al Reino Unido que sufrió el rechazo por el hecho de ser originario de Alemania durante la Primera Guerra Mundial. Su pequeño negocio, levantado con tanto esfuerzo, fue destruido por una masa que ataca su tienda durante la noche e intentan asesinar a su esposa; arruinado, su esposa se sume en una depresión que acabaría con su vida. Finalmente la familia tendrá que trasladarse a otra ciudad y cambiar su apellido, Hellenschmidt, por el más británico Collier. Así que el autor sabe, porque es la historia de su familia, lo que es el rechazo irracional hacia los inmigrantes. Economista de renombre, quiere no obstante analizar el fenómeno con la mayor imparcialidad posible y recurriendo no a opiniones, sino a datos. Gran pecado, pues aunque Collier siempre se muestra prudente y matiza sus observaciones (insiste, por ejemplo, en que la cuestión no es inmigración sí o no, sino cuanta y a qué ritmo), confiesa que sus estudios le han valido los ataques de los comisarios de lo políticamente correcto, empeñados en decretar el dogma laico de que las migraciones tienen exclusivamente efectos positivos, pese a quien pese.

Collier analiza el fenómeno desde una triple perspectiva: los efectos en los inmigrantes, los efectos en la población del país receptor y los efectos en los países de los que son originarios los emigrantes. Y lo que nos dicen los datos (y el sentido común) es que hay efectos positivos y negativos, y que en determinadas circunstancias los efectos negativos pueden ser superiores a los positivos.

En este libro lleno de sentido común se rompen algunos otros tabúes. Por ejemplo, Collier explica que la obligación de ayudar a los más necesitados no es lo mismo que el derecho ilimitado al libre movimiento de personas. Noruega lo demuestra combinando un estricto control de la inmigración al tiempo que financia generosos programas de ayuda a los países subdesarrollados. O que oponerse a abrir indiscriminadamente las fronteras no es sinónimo de racismo.

Uno de los puntos clave, cargado de consecuencias, hacia el que apuntan todas las investigaciones de que disponemos y en el que insiste mucho Collier es el origen de la pobreza de las naciones. ¿Qué causa el retraso en los países pobres? Las causas son múltiples, es obvio, pero cada vez son más los estudios que resaltan el papel determinante del modelo social: el sistema de gobierno, la solidez de las instituciones, las garantías de cumplimiento de la ley, lo que Collier designa como “narrativas hegemónicas”, las normas sociales las leyes, el tipo de organizaciones existentes en un país y el modo en que funcionan. Los emigrantes escapan de países con modelos sociales disfuncionales… pero llevan consigo el mismo modelo social del que escapan y, si alcanzan un determinado volumen en un periodo de tiempo rápido pueden poner en riesgo el modelo social del país que los acoge, reproduciendo algunos de los rasgos del modelo social que ha arruinado sus países de origen. Las consecuencias de este fenómeno son importantes: en contra de la utopía libertaria de un mundo sin fronteras, las sociedades con modelos sociales que funcionan tienen derecho a protegerlos, regulando y seleccionando el flujo de personas que acogen. El respeto sistemático y acrítico a las otras culturas no es una buena estrategia: algunas son la causa primera de la miseria de pueblos enteros. La emigración traslada personas a sociedades con modelos sociales que funcionan, pero quizás deberíamos plantearnos, sugiere Collier, el modo de trasladar modelos sociales que funcionan a las sociedades con modelos sociales disfuncionales.

Otro aspecto clave en el análisis de Collier es contemplar la emigración como una inversión que depende de varias variables, principalmente la amplitud de la diferencia de ingresos entre el país de origen y el de destino del emigrante, el nivel de renta disponible (no emigran los que no tienen nada, sino los que tienen lo suficiente para pagarse el viaje y lo que cuesta superar los impedimentos que supone emigrar) y el tamaño de la diáspora. Este último punto es importante, porque si en un país existe una diáspora de emigrantes de tu mismo origen, los costes de emigrar disminuyen considerablemente por la ayuda que la diáspora ofrece a los nuevos llegados.

A partir de estas variables explica Collier una paradoja: incluso si los países más pobres crecen a un ritmo superior al de los países ricos, el gap entre ambos aumenta en términos absolutos debido a la diferencia de partida. En esta situación, que puede durar décadas, los mayores ingresos en los países pobres sirven para financiar la inversión que supone la emigración. A mayor desarrollo de los países pobres, pues, mayor emigración desde los mismos.

A este fenómeno se añade lo que ocurre en la diáspora. El ratio de absorción es la clave: cada año la diáspora se reduce en el número de inmigrantes que se integran en la cultura del país de acogida y aumenta con nuevos inmigrantes del país de origen. Este ratio de absorción depende directamente del tamaño de la diáspora, pues cuanto mayor es, más interacciones entre sus miembros y menos absorción. Y a mayor diáspora, mayor atracción de inmigrantes. Lo que lleva a Collier a enunciar una ley irrebatible: sin fuertes mecanismos de absorción, la emigración tiende a acelerarse a menos que se establezcan controles efectivos sobre la misma.

Aquí se introduce otro elemento importante: la capacidad de la sociedad receptora para acoger e integrar y la disposición de los emigrantes a ser acogidos e integrados. La clave para la integración es la confianza y la cooperación, fundamentos del sentido de pertenencia a una sociedad. Estos comportamientos no aparecen espontáneamente: numerosos estudios citados por Collier demuestran que las sociedades pobres en Africa son deficitarias en términos de confianza y cooperación social mientras que, al contrario, poseen persistentes mecanismos de reproducción de la ausencia de confianza. Pero, lo hemos visto, los inmigrantes traen consigo los códigos morales de sus sociedades de origen. Aquí Collier trae a colación diversos estudios que demuestran que la autopercepción de los emigrantes influye enormemente en su disposición a cooperar. Pero si en los propios países de acogida les convencemos de que existe, por ejemplo, racismo estructural, estamos disuadiéndolos de poner su confianza en la sociedad que les acoge. Otro aspecto inesperado, que ha estudiado Robert Putnam, es que a mayor porcentaje de inmigrantes, los niveles de confianza son inferiores entre los propios inmigrantes… pero también entre la población nativa. La desconfianza, auténtico corrosivo social, no solo se da entre grupos, sino en el interior de los grupos. La inmigración, concluye Putnam, disminuye el capital social de la población indígena en el corto plazo. Pero también es cierto que cuanto más alto es el nivel de confianza entre la población indígena más fácil resulta para los inmigrantes integrarse.

Collier sigue analizando el impacto de la inmigración en los salarios y concluye que en la parte baja los salarios disminuyen, mientras que aumentan en el resto del espectro. Otro efecto importante es el aumento del precio de la vivienda para quienes están en los niveles salariales más bajos y una reducción para esta población indígena de bajos recursos de su acceso a ayudas sociales. En definitiva, incluso si el resultado global de la emigración es positivo para una sociedad, habrá grupos que saldrán perdiendo en ausencia de mecanismos compensatorios (Collier, socialdemócrata, aboga por ellos).

El libro continúa con interesantes y ponderados análisis de los efectos de la emigración en los países de origen y supone una verdadera lección a la hora de analizar un fenómeno tan complejo a partir de la información disponible, aunque las conclusiones contradigan lo que nos gustaría encontrar.

Una última consideración: a medida que iba leyendo Exodus me iba haciendo consciente de la frivolidad y superficialidad con que políticos, periodistas, tertulianos, obispos… y yo mismo, opinamos sobre el tema. Deberíamos, y empiezo por mí mismo, estudiar a fondo un tema tan complejo antes de soltar los cuatro tópicos de rigor que sabemos que quedan bien y por los que nadie nos criticará. Después de leer Exodus, resulta evidente que esos tópicos nos granjearán la aprobación de los medios… pero son mentira.

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