Longenecker sobre los argumentos para ordenar a hombres casados en la Amazonia

Longenecker sobre los argumentos para ordenar a hombres casados en la Amazonia

Suelo leer lo que escribe el P. Dwight Longenecker y acostumbro a encontrar buen criterio y orientaciones en sus aportaciones. Es ortodoxo, sensato y realista. Es, además de sacerdote, padre de familia: tras ser educado en el cinturón bíblico estadounidense, se convirtió en “sacerdote” anglicano para, estando ya casado y con hijos, ser admitido y ordenado sacerdote en la Iglesia católica.

Longenecker, que ya ha comentado en más de una ocasión su extrañeza porque, en el actual debate sobre la ordenación de hombres casados a propósito del Sínodo de la Amazonia, nunca pregunten a los sacerdotes católicos latinos que ya están casados, como es su caso, acaba de escribir en su blog una serie de reflexiones que me han vuelto a orientar y que, por ello, comparto con ustedes:

«Lo que me preocupa de esta discusión es la ausencia de cualquier dimensión teológica. Cuando era sacerdote anglicano, en el debate sobre la ordenación de las mujeres, sus defensores usaban tres argumentos: el utilitario, el sentimental y el político.

El argumento utilitario era algo de este tipo: “Necesitamos más sacerdotes. Sally es una excelente persona y está muy involucrada en la iglesia. Ella puede hacer este trabajo lo suficientemente bien. ¿Por qué no iba a poder? Ordenarla resolverá muchos problemas“.

El argumento sentimental era: “Sally es una persona tan agradable. Ella es tan buena y devota. Todo el mundo la ama. Ella sería un buen sacerdote. Se siente llamada a ser sacerdote. Impedirle cumplir su vocación es perverso. Tenemos que ser comprensivos con Sally. De lo contrario, se sentirá perseguida por este rechazo”.

El argumento político decía algo así: “Esta es una cuestión de justicia. Las mujeres deben ser iguales a los hombres. Es un error negarlo y continuar con esta discriminación misógina”.

Estos son los mismos tres argumentos que siempre usan los progresistas cuando quieren promover un cambio. No podemos negar que estos argumentos tienen cierto peso, pero es un error pensar que estos sean los ÚNICOS argumentos.

¿Por qué?  Porque estas tres formas de argumentación son completamente subjetivas. Son completamente flexibles. Se pueden usar para cualquier causa imaginable y se pueden emplear para forzar cualquier tipo de cambio.

Además, estas formas de argumentación, siendo subjetivas, nunca son racionales.  Pueden parecer razonables, pero no son, en su raíz, argumentos racionales. Son emocionales. Lo sentimental siempre aparece entretejido a través de los argumentos utilitarios y políticos. Analiza cualquier tipo de argumento progresista desde esta óptica. Verás que siempre están cargados de alto contenido emocional.

Así ocurre con los argumentos a favor de los sacerdotes casados. Si estos argumentos se utilizan en circunstancias especiales, considerándolas caso por caso, pueden ser los únicos argumentos necesarios. Como ocurrió en mi caso y en el caso de los sacerdotes del Ordinariato, se puede hacer una excepción especial a la regla.

Pero si una región completa de la Iglesia hace el cambio, por ejemplo las diócesis del Amazonas, podemos estar seguros de que éste se extenderá. Y este cambio sucederá sigilosamente, con disimulo. Esta no es la forma en que los cambios deben producirse en el seno de la iglesia.

Podemos llamarlo método del sínodo disimulado.

Además, este cambio a través de un sínodo disimulado es insidioso. Basta con leer el Instrumentum laboris.

Se quiere restar importancia a la doctrina. Desean deshacerse de una doctrina general válida para todos los católicos. Quieren crear un “ministerio reconocido para las mujeres”, una palabra en clave para hablar de mujeres-diácono, por supuesto.

Que quede claro que no estoy diciendo que las cosas no deben cambiar, ése es otro debate. Estoy hablando de la manera en que las cosas están cambiando. Los cambios se están produciendo a través del sentimentalismo, el utilitarismo y la corrección política.

Esto no es católico. Es relativista y secular.

Si los hombres casados ​​deben ser ordenados, la disciplina al respecto debe ser discutida en los niveles más altos. La teología debe jugar un papel primordial. Debe consultarse a toda la iglesia y, después de un discernimiento adecuado y a partir de una base teológica y bíblica, podría efectuarse un cambio para toda la iglesia.

Lo preocupante acerca del Sínodo para la Amazonía no son los sacerdotes casados ni, incluso, las mujeres diaconisas. Se puede argumentar que estos cambios podrían ocurrir, pero si ocurren, deben hacerse correctamente.

¿Cambiar gracias a un sínodo disimulado? Cualquier cosa es posible, pero si queremos contemplar lo que le sucede a una iglesia gobernada por un sínodo…  no tenemos más que echar un vistazo al estado actual de la Iglesia de Inglaterra

 

 

 

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