El éxito de los primeros 10 años de Ordinariato

El éxito de los primeros 10 años de Ordinariato

Cuando hace diez años Benedicto XVI anunció la creación de un ordinariato para anglicanos que deseaban la plena comunión con Roma no hubo grandes entusiasmos. La decisión fue tildada por algunos de capricho personal del Papa entonces reinante y criticada abiertamente por los expertos en “ecumenismo” (que demostraban, así, que su ecumenismo no era el de la Iglesia).

El recibimiento de aquellos anglicanos por parte de los católicos tampoco fue muy efusivo: de manera parecida a lo que le ocurrió al santo cardenal Newman, la desconfianza hacia los hasta hacía nada “rivales” fue generalizada: ¿qué nos tienen que enseñar estos anglicanos que, además, y por si fuera poco, cuidan tanto la liturgia e incluso osan criticar algunas de nuestras prácticas?

Las resistencias interiores también habían sido fuertes. Sí, la decisión de la “Church of England” de admitir mujeres al sacerdocio en 1992 había provocado un fuerte desgarro, pero ahí estaban sus familias, amigos, sus feligreses, sus bellas iglesias, su cuidada liturgia en un precioso inglés y esa vaga impresión de que los “Roman Catholics” no eran ingleses del todo.

La exhortación apostólica Anglicanorum coetibus de Benedicto XVI tenía en cuenta estas cuestiones: los párrocos anglicanos no tendrían que abandonar a sus feligreses, pues podían reintegrarse todos juntos a la plena comunión con Roma, ni tenían que abandonar sus tradiciones litúrgicas, espirituales, pastorales, sus himnos e incluso el Common Prayer Book obra del hereje Thomas Cranmer (el que había muerto afirmando que, «en cuanto al Papa, lo rechazo, como el enemigo de Jesús y el Anticristo con toda su falsa doctrina»). De este modo era posible reintegrarse a la Iglesia Católica sin necesidad de renunciar a todo lo bueno que existía en el seno de la iglesia anglicana.

Un movimiento del Papa realmente osado que dejó a muchos atónitos, especialmente a muchos anglicanos, que veían así derribadas casi todas las barreras que habían considerado que se interponían en su camino para cruzar el Tíber. Y sin embargo, la respuesta no fue lo masiva que se esperaba. Muchos años, muchas costumbres, muchos lazos (y mucho dinero y comodidades) se interpusieron en el camino a Roma, y no fueron tantos quienes se decidieron a dar el paso.

Los primeros, en Londres, la congregación de Santa Inés, en Kennington Park, que siguieron a su vicario, el Rev. Christopher Pearson, a los que siguieron otros grupos y pastores de todo el Reino Unido. Los pasos hasta la plena reintegración no fueron fáciles e incluyeron la recepción del sacramento de la Confirmación para todos los fieles y la ordenación sacerdotal de los pastores. Asimismo, perdieron sus queridas iglesias y tuvieron que ser acogidos en iglesias católicas, a menudo a horas intempestivas para así no interferir en los horarios de culto normales.

Pocos apostaban por ellos, pero transcurrida una década se puede afirmar que el Ordinariato de Nuestra señora de Walsingham ha sido un éxito. El Ordinariato en Darlington, dirigido por el P. Ian Grieves, quien durante 25 años fue vicario de la iglesia de San Jaime en el mismo Darlington, ha convertido la parroquia católica de San Osmund en un activo centro evangelizador famoso por su magnífica música y su intensa vida parroquial. En Kent, el padre Ed Tomlinson ha transformado una iglesia mortecina en una vibrante parroquia con numerosas actividades y que organiza regularmente procesiones por las calles de Pembury. De la parroquia de Pembury han salido diez vocaciones al sacerdocio en esta década, una cifra nada desdeñable. En Londres, cerca del famoso puente que lleva el nombre de la ciudad, la iglesia de la Preciosísima Sangre se ha renovado de arriba abajo y es ya conocida por su magnífico coro infantil que interpreta himnos tradicionales anglicanos y canto gregoriano. Sin olvidar los pequeños ordinariatos de Estados Unidos y Australia, que han acogido a los pocos episcopalianos que han regresado a la plena comunión con Roma.

El futuro crecimiento del Ordinariato puede esperar poco de quienes hoy en día están en la iglesia anglicana: si no han dado el paso ya es difícil que lo den en el futuro, al menos masivamente. Así que su futuro va a depender de su propia capacidad evangelizadora, tanto para que las familias vinculadas al Ordinariato sigan fieles al mismo como entre aquellos alejados de la fe. Lo cierto es que los jóvenes que forman parte de la “Church of England” son cada vez menos: crecen por el contrario aquellos que no se identifican con ninguna religión pero que buscan respuestas para su vida. El dinamismo del Ordinariato, su cultivo de una bellísima liturgia y su rigor doctrinal atraen cada vez a más jóvenes.

Pero si hay que hacer un balance de esta década de Ordinariato otro aspecto a considerar es el de la influencia de sus miembros en la Iglesia católica: con una fe profunda y muy escaldados de los experimentos de todo tipo (doctrinales, litúrgicos, disciplinares, pastorales…) que han sufrido siendo anglicanos y que ahora algunos católicos presentan como si se trataran de novedosas panaceas, destacan por su entusiasmo, su ortodoxia y su falta de complejos a la hora de proclamar su fe.

¿La clave para seguir desarrollándose? Para el Padre Ed Tomlinson está muy claro: las parroquias en sus manos crecen, mientras que todo es mucho más difícil en aquellas en las que están de prestado a horas extemporáneas. Por eso afirma: “Es por eso que Benedicto XVI pidió generosidad al establecer el Ordinariato. Porque donde ha habido generosidad, el Ordinariato funciona bien. Pero donde falta generosidad, y nuestro clero simplemente se usa para tapar huecos, todo se tambalea”.

 

Escriba un Comentario

Your email address will not be published. Required fields are marked *

*

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <strike> <strong>