Francia regresa al «consustancial al Padre»

Francia regresa al «consustancial al Padre»

Se acaba de publicar en Francia una nueva traducción del ordinario de la misa y entre los cambios con respecto al que estaba en vigor se encuentra la recuperación, en el Credo, del término «consustancial al Padre» en lugar del «de la misma naturaleza del Padre» introducido en 1965. Un cambio que, en su día, levantó agrias polémicas e incluso acusaciones de herejía para la entonces nueva fórmula.

En su día Francisco Canals explicaba desde las páginas de la revista Cristiandad que «homousion, consubstantialem, es un término que, por sí mismo, significa que el Hijo es de la misma naturaleza divina que el Padre… la afirmación de la identidad de naturaleza o consustancialidad de las divinas personas contiene implícitamente que son un solo Dios». Cuando en el Credo de Nicea decimos consustancial, estamos afirmando la misma naturaleza del Hijo y del Padre.

¿Es pues falsa o errónea la fórmula «de la misma naturaleza», como algunos denunciaron? Definitivamente no.

Aclarado este punto, se plantea otra pregunta, de rango inferior y que no afecta a la verdad u ortodoxia de la fórmula que usamos en España a día de hoy: ¿es la fórmula «de la misma naturaleza» incompleta, como afirmaba Maritain, o menos precisa que la que afirma la consustancialidad?

Étienne Gilson explicaba que «dos seres de la misma naturaleza no son necesariamente de la misma sustancia. Dos hombres, dos caballos, dos puerros son de la misma naturaleza, pero cada uno de ellos es una sustancia distinta, y es precisamente por ello que son dos. Si digo que tienen la misma sustancia, estoy diciendo también que tienen la misma naturaleza, pero pueden ser de la misma naturaleza sin ser de la misma sustancia».

Maritain decía lo mismo cuando argumentaba que «un padre y un hijo humanos son de la misma naturaleza: comparten la misma naturaleza humana, pero son evidentemente dos hombres bien distintos. El Padre y el Hijo (y también el Espíritu Santo) no solo comparten la misma naturaleza divina, sino que son un solo Dios. Si el Padre y el Hijo fueran de la misma naturaleza pero no consustanciales, los musulmanes tendrían razón en creer que los cristianos son politeístas».

En resumen, como afirmaba Gilson, «la unidad de sustancia implica unidad de naturaleza», pero la misma naturaleza no implica siempre la misma sustancia. Es correcto afirmar que el Hijo es de la misma naturaleza que el Padre, y así lo hacemos los católicos, significando de este modo que ambos son consustanciales, pero afirmar la consustancialidad expresamente parece ser una fórmula más clara, que lleva implícita la connaturalidad. Es lo que explicaron Gilson y Maritain entre otros y ahora, varias décadas después, recoge la nueva traducción francesa del Credo.

Si ampliamos nuestra mirada y vamos hasta Santo Tomás de Aquino, nos encontramos que mostró su preferencia por el término «sustancia» frente a «naturaleza» para hablar de la Unidad de la Trinidad. Comentando la expresión «figura de su sustancia» de la Carta a los Hebreos, afirma: «Dice, pues, que es figura de su sustancia. Mas ¿por qué no de su naturaleza? Porque es posible que la naturaleza de la especie se multiplique en multitud de individuos, en compuestos de materia y forma. De donde el hijo no tiene numéricamente la misma naturaleza que su padre. Mas la sustancia nunca se multiplica; pues no es otra la sustancia del padre y otra la del hijo; ni se divide según los diversos individuos. Siendo, pues, una y numéricamente la misma naturaleza en el Padre y el Hijo de Dios, por eso no dice de la naturaleza, que se divide, sino de la sustancia indivisible. Mi Padre y Yo somos una misma cosa (Jn X,30)» (In Heb. c.1, lect.2).

Hay un último punto a considerar: ¿hay necesidad de usar otra expresión, pudiendo decir en español «consustancial» y siendo éste el término habitual que siempre ha empleado la Iglesia? La nueva traducción francesa, al recuperar el «consustancial», no hace otra cosa que la que realizó Benedicto XVI respecto a la traducción del «pro multis», siendo exigencia luego de los pastores la adecuada catequesis interpretativa. No es ningún capricho que los Sumos Pontífices hayan enseñado reiteradamente la necesidad de mantenerse fieles a las expresiones usadas en las fórmulas dogmáticas que, como señalaba Pío XII en Humani Generis, 10, «los doctores católicos, con general aprobación, han ido reuniendo durante varios siglos para llegar a obtener algún conocimiento del dogma… Por eso no es de admirar quealgunas de estas nociones hayan sido no sólo empleadas, sino también aprobadas por los concilios ecuménicos, de tal suerte que no es lícito apartarse de ellas.».

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