¿Es católico Biden? Robert P. George responde

¿Es católico Biden? Robert P. George responde

La llegada a la Casa Blanca de un presidente católico, Joe Biden, cuyas primeras medidas son abiertamente contrarias con lo que enseña la Iglesia, nos pone frente a una desagradable realidad con trágicas consecuencias. No es de extrañar que haya surgido la polémica, incluso en ámbitos tan poco dados a airear sus diferencias como los propios obispos (véase si no el rifirrafe entre Cupich y Gómez).

Algunos acusan a Biden de no ser un católico fiel y coherente; otros lo defienden sosteniendo que no es muy bonito eso de ir dando y quitando carnets de católico. Pero me parece que la intervención de Robert P. George en el debate concluye la cuestión de modo que sólo puede mantenerse abierta desde intereses partidistas, pero que tanto desde un punto de vista religioso como desde la lógica más obvia, la cuestión es clara.

Robert P. George, el prestigioso profesor de la Universidad de Princeton, ha sido durante los años de presidencia de Trump un nevertrumper moderado: crítico con Trump, le ha reconocido algunos aciertos, sin por ello dejar el campo de los contrarios al antiguo presidente. En cualquier caso, no se le puede acusar de simpatías pro Trump o de partidismo republicano.

En una serie de intervenciones en su cuenta de Facebook, George ha ido exponiendo su postura. El pasado 23 de enero exponía la contradicción de los actos de Biden con lo que enseña la Iglesia (y con el más básico respeto a la vida humana):

«El 22 de enero de 2021, el aniversario de Roe v. Wade, la decisión más abominable del Tribunal Supremo desde Dred Scott v. Sandford -una decisión que, al igual que Dred Scott, atacó el principio de igualdad humana en su raíz y relegó a toda una clase de seres humanos esencialmente a la condición de no personas-, Joe Biden, el nuevo presidente de los Estados Unidos y un autoproclamado católico que, como tal, profesa creer en la santidad de la vida humana, utilizó su cuenta personal de Twitter para prometer que protegería la decisión de Roe codificándola como ley federal. En la práctica, lo que Biden promete hacer es exponer a los niños no nacidos a la letal violencia del aborto durante los nueve meses de gestación, incluso después de que sean viables. (Véase el caso Doe contra Bolton, incorporado por referencia en el caso Roe contra Wade, y su definición absurdamente amplia de «salud» al exigir que el aborto sea permisible incluso en el tercer trimestre, cuando el niño podría nacer vivo y sobrevivir, para proteger la «salud» materna). Biden también se compromete ahora a obligarnos a todos a implicarnos en esta matanza masiva al exigir que los contribuyentes financien la decisión supuestamente «privada» de abortar a un bebé. Si usted está a favor del aborto legal y de su financiación pública por cualquier razón (autonomía de la mujer, control de la población, eugenesia, facilitar la libertad sexual, reducir el número de personas con discapacidades, o de pobres, o de personas que reciben asistencia social, etc.) debería alegrarse. Si crees en la santidad de la vida humana en todas las etapas y condiciones, deberías condenar abiertamente lo que Biden dice y promete hacer».

Y el día siguiente, el pasado 24 de enero, escribía:

«He hecho una pequeña encuesta en Twitter:

El presidente Joe Biden dice que su política está moldeada por su fe religiosa y guiada en particular por la doctrina social católica.

1. ¡Muy bien!

2. ¡Muy mal!

3. Es falso.

*******

Hubo 2.152 respuestas.

Alrededor del 17% dijo «¡Muy bien!»

Alrededor del 3% dijo «¡Muy mal!».

Casi el 80% acertó la respuesta correcta.

¿Cómo podemos saber cuál es la respuesta correcta? Muy sencillo. Aquí está la prueba, y es decisiva.

Tomemos el punto de vista totalmente razonable de que el consejo editorial del New York Times representa bastante fielmente la ideología del liberalismo o progresismo secular. Ahora bien, todos sabemos que hay algunas cuestiones importantes en las que la enseñanza del magisterio de la Iglesia católica es más o menos consistente con las opiniones del NYT. Pero, por supuesto, hay una serie de otras cuestiones importantes -cuestiones relativas a la justicia fundamental, los derechos humanos, la moral y el bien común- en las que el magisterio de la Iglesia Católica y el consejo editorial del NYT están profundamente en desacuerdo. ¿Existe uno solo de estos asuntos, solo uno, en el que Joe Biden se ponga del lado de las enseñanzas de la Iglesia Católica en contra de la ideología del NYT? Si Biden se guiara realmente por la doctrina social católica, en contraposición a la ideología progresista secular, habría muchas, o al menos varias, de esas cuestiones. Pero no hay ninguna. Quod erat demonstrandum, lamento mucho decirlo.

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¿Más pruebas?

¿Quieres más pruebas? Por supuesto. Vamos a jugar al juego de lo contrafactual. Imagínese que digo que mi política se guía por la ideología progresista secular del New York Times. Y, de hecho, estoy de acuerdo con el New York Times en una serie de temas, temas en los que la opinión del consejo editorial del Times es coherente con la enseñanza social de la Iglesia Católica. Pero en todos los temas en los que la Iglesia y el Times no están de acuerdo, me pongo siempre del lado de la Iglesia. Entonces, ¿qué diría usted de mi afirmación de que mi guía en política es el consejo editorial del New York Times? Usted diría que esa afirmación es un… bueno, dejaré que usted, querido lector, rellene el espacio en blanco.»

Este domingo 31 de enero insistía en el argumento:

«Imagina que insisto en que «soy comunista, un verdadero y fiel marxista». Imagínese además que me he afiliado al Partido Comunista y que poseo un carné de miembro. Incluso llevo una camiseta con la imagen de una hoz y un martillo.

Pero entonces, imagina que te enteras de una serie de cosas sobre mis declaraciones y acciones públicas. Por ejemplo, te enteras de que creo en Dios y rechazo el dogma marxista del ateísmo; que no creo en el materialismo dialéctico, en la lucha de clases ni en la idea de que la historia se rige por conflictos de intereses materiales; que me opongo a la actividad revolucionaria y niego que debamos derrocar a la burguesía e instaurar el socialismo y la dictadura del proletariado.

Si alguien te preguntara, refiriéndose a mí, «¿Es Robert un comunista, un marxista fiel, como dice ser?», ¿qué responderías? ¿Dirías lo siguiente?: «Claro que lo es; ¡porque es miembro del Partido, incluso tiene carnet de afiliado!». ¿Dirías lo siguiente?: «Sí, dice que es comunista, un verdadero y fiel marxista, y nadie debería atreverse a cuestionar su autoidentificación». O dirías algo como esto: «Bueno, es un miembro con carné del Partido; pero niega los principios centrales y fundacionales del marxismo. Sea lo que sea, no se le puede considerar como lo que dice ser, es decir, un marxista fiel».

Para añadir:

«¿Qué dirían los partidarios católicos de Joe Biden si se tratara de una clase de personas distinta de los niños no nacidos a la que Biden negara protección legal contra una violencia mortal, obligando incluso a los contribuyentes a pagar por ese asesinato? ¿Y si fueran niños recién nacidos? ¿Y si fueran niños con autismo, enanismo o síndrome de Rett? ¿O niños nacidos con sindactilia o paladar hendido? ¿Y si fueran personas de ascendencia danesa o nativas de Hawai o inuits o gitanos? ¿Dirían: «bueno, es una pena que quiera permitir la matanza masiva de niños autistas o de personas de ascendencia romaní, e incluso pagar por ello, pero es tan bueno en política de inmigración y en protección del medio ambiente, es un verdadero campeón de la enseñanza social católica»? No. No lo harían. Al menos creo que no lo harían. Y si estoy en lo cierto, entonces ¿qué podría justificar esta diferente reacción? Como católicos no pueden justificarse sobre la idea de que los miembros de estas otras clases, o de cualquier otra clase, poseen una dignidad superior o mayores derechos que los miembros de la clase de los niños no nacidos. La creencia católica fundamental (una creencia que no es necesario ser católico para afirmar y defender) es que todos los seres humanos son portadores de una profunda, inherente e igual dignidad. Todos tienen el mismo derecho a ser protegidos por la ley: nadie puede ser tratado como intrínsecamente inferior o indigno y, por tanto, quedar expuesto por las leyes a una violencia letal.»

La lógica es aplastante y deja resuelto el debate. Cada uno vive su fe como puede y todos somos pecadores, con nuestras debilidades y errores, pero nadie que actúa en contra de las enseñanzas de la Iglesia de manera reiterada e incorregible puede pretender que su guía y orientación son las enseñanzas de la Iglesia. Y si lo hace, es que para él las palabras ya no tienen ningún sentido y la lógica no existe.

Un último comentario del nevertrumper Robert P. George me parece muy significativo y revelador. Escribe el profesor norteamericano:

«Hoy me he dado cuenta, para mi amargo pesar y decepción, de que estaba equivocado con respecto a muchos de mis amigos provida -o amigos que yo creía que eran provida- que apoyaban a Joe Biden (a regañadientes, o eso creía yo) porque les parecía abominable Donald Trump. Creía, de hecho confiaba, que a pesar de favorecer a Biden como «el mal menor», se opondrían ferozmente a los ataques de la administración Biden contra los bebés no nacidos. Estaba seguro de que liderarían la condena de las políticas abortistas de Biden. Estaba seguro de que hablarían enérgicamente en defensa de las víctimas de esta monstruosa injusticia, de esta matanza de inocentes. Resulta que estaba equivocado».

No hace falta añadir que todo lo que argumenta Robert P. George se puede trasladar, con ligeros ajustes, a la realidad española.

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