A este paso todos locos

A este paso todos locos

Desde el año 1952 la American Psychiatric Association (APA) publica su listado de enfermedades psiquiátricas y sus síntomas en lo que han llamado la “biblia” de los psiquiatras, el “Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders” (DSM).  El DSM se actualiza más o menos cada década para, en teoría, incorporar los últimos avances científicos en la materia. Anjana Ahuja, en las páginas de Prospect, nos informa de que se está trabajando en la quinta edición del DSM, que se espera sea publicada en 2013 y de la que ya corre entre ciertos psiquiatras una primera versión para su revisión.

¿Cuál es la novedad de este nuevo DSM-5?  Pues básicamente una vasta extensión de la calificación de desorden mental a numerosas situaciones que hasta ahora habían sido consideradas meramente excéntricas o incluso normales en según qué circunstancias. Por ejemplo, afligirse por la muerte de un familiar pasa a considerarse síntoma de depresión, una persona irascible pasa a sufrir una “desregulación del carácter” y un anciano con poca memoria pasa a ser diagnosticado con “deterioro neurocognitivo leve”. O sea, que casi cualquier cosa es síntoma de desorden mental y cada vez más gente quedará atrapada en la red del diagnóstico psiquiátrico… con la consecuencia de que el porcentaje de población que se medicará será creciente (y los efectos secundarios a este aumento también).

Para hacernos una idea exacta de esta tendencia a medicalizarlo todo basta observar el número de desórdenes psiquiátricos reconocidos por la APA: si en 1917 reconocía 59 desórdenes, en 1959 ya eran 128, en 1980 alcanzaron la cifra de 227 y ahora, con el nuevo DSM-5, ya son 347 los desórdenes  reconocidos. Como vemos, cada vez es más difícil escapar a la tupida red del desorden psiquiátrico.

La inflación médica que supone el DSM-5 es tan grande que hasta uno de los principales responsables del DSM-4, Allen Frances, ha abandonado su silencio de jubilado para criticar la “medicalización imperialista de la normalidad” y la “invención de enfermedades en beneficio de la industria farmacéutica”. Porque si alguien está contento con este creciente catálogo de enfermedades es la industria farmacéutica, que para cada nuevo desorden genera una serie de medicamentos que, a pesar de que normalmente no curan nada, mejoran sensiblemente sus cuentas de resultados.

Porque en el fondo, estos nuevos desórdenes no son más que etiquetas que permiten medicalizar, aumentando así el trabajo de psiquiatras y el beneficio de las farmacéuticas, pero que no tienen tratamiento claro ni resultados probados.

Lo dicho: no nos curarán, pero a este paso, todos locos y atiborrados de pastillas.

4 Comentarios

  1. En una sociedad en la que se busca la uniformidad, no es extraño que se busquen causas patologicas a todo lo que sea salirse de la “regla”.
    Aunque tambien sirven estos nombres cientificos para justificar cosas que no hay por donde agarrarlas
    te dejo un video bastante ironico sobre este tema
    http://www.youtube.com/watch?v=hjIdEzowVzs

    • Gracias. Ahora le echo un vistazo.

      • Ojo, que el logo que has puesto es de la Amerinacn “Philological” Association. La medicalización de todo defecto, e incluso de las vitudes, es imposible de detener a menos que se recupere el verdadero sentido de la moral, y la doctrina clásica de los vicios. Un inmaduro, ahora tiene “síndrome de Peter Pan”, el iracundo, tal como dices, una desregulación del carácter, el lujurioso es un adicto al sexo, el soberbio, un narcisista, etc. E incluso, tal como dices, manifestaciones afectivas normales ante situaciones traumáticas (como la muerte de un ser querido) son consideradas patológicas. Aquí también serviría la recuperación de la concepción clásica sobre las pasiones (hoy “emociones”). Parecería que el mundo de lo emocional fuera terreno exclusivo y principal de las ciencias de la salud, y se pierde de vista que las emociones son, como decía santo Tomás, “racionales por participación”, y por eso pueden ser reguladas por la razón y ser tema (principalísimo) de la moral. Pensemos que “ira”, “tristeza” o “temor”, además de nombres de pasiones (de por sí moralmente indiferentes) son en la moral clásica también nombres de vicios.

        • Gracias Martín. Ya he arreglado lo del logo. Tienes toda la razón y, como era de esperar, lo explicas mejor que yo. Como nos negamos a considerar al hombre como un ser libre y por tanto moral, acabamos medicalizándolo todo, pues no hay cabida para virtudes, vicios, pasiones, etc. Perdóname la vulgaridad, pero si el hombre viene a ser como una máquina orgánica, entonces sólo necesita médicos que serán como mecánicos, aplicando un libro de instrucciones que dictamina cambiar la bujía, poner más aceite o renovar los filtros del aire. Buenas Pascuas y un fuerte abrazo.

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