Francia, una bomba de relojería
La derrota de Sarkozy ha extrañado a muy pocos. Si en 2007 se presentó como abanderado de las reformas, lo cierto es que en estos cinco años pocas reformas de envergadura ha emprendido. Francia sigue siendo un Estado mastodóntico y Sarkozy ha caído en las redes de la grandeur. ¿Para qué cambiar con lo bien que se está cuando eres el jefe?
Su escasa credibilidad cuando, de nuevo, se presentaba como adalid de las reformas y sus fracasados guiños a los votantes del Frente nacional, probablemente de los que más están sufriendo la crisis, han acabado por hacer caer a otro presidente francés aquejado de ese mal tan galo de creer que el Estado soy yo.
Pero cuidado, las esperanzas que suscita Hollande son más bien escasas. Su programa incluye:
- Jubilación a los 60 años financiada con mayores cargas a las empresas.
- Derecho de voto para los extranjeros, con cambio de Constitución incluido.
- Matrimonio entre personas del mismo sexo
- Eutanasia
- Retirada de Afganistán
- Contratación de 60.000 nuevos docentes públicos
- Subida del tipo máximo dei impuesto sobre la renta hasta el 75%
- Apuesta por las energías renovables
La Francia sobre la que va a aplicar Hollande estas recetas es un país que no ha tenido un presupuesto equilibrado desde 1974, cuya deuda pública asciende al 90% del PIB y un tamaño del Estado en la economía del 57%, déficit de balance exterior desde hace una década, industria en declive y costos elevados (Según Financial Times, Peugeot paga 10 €/hora a un operario de su planta en Eslovaquia, mientras que el coste por hora en sus plantas en Francia es de 35 €/hora).
¿Alguien cree de verdad que las medidas de Hollande pueden arreglar este panorama?
