Hollande se estrena con el peor sectarismo laicista

Hollande se estrena con el peor sectarismo laicista

Poco tiempo ha tardado el nuevo presidente francés, François Hollande, en mostrar sus prioridades (por si alguien tenía dudas). Tal y como nos explica Jeanne Smits, su primer acto como presidente ha consistido en dirigir un discurso programático desde el monumento a Jules Ferry erigido en el Jardín de las Tullerías por la laicista y sectaria Ligue de l’Enseignement. Un discurso programático a la sombra del gran padre de la educación estatalista adoctrinadora en Francia que no ha defraudado y que ha venido acompañado del anuncio de la contratación por parte del sistema público de enseñanza de 12.000 nuevos funcionarios al año durante los cinco de su mandato.

En efecto, para Hollande la escuela no es una institución que debe ayudar a las familias en su tarea de educar a los hijos, no; la escuela, agárrense, es un arma: “La Escuela es el arma de la justicia. Es el arma de la igualdad republicana”. No hay lugar para la libertad ni para el respeto a las creencias de las familias; la escuela, seguía Hollande, “es el espíritu de la República”, el lugar donde las mentes de los niños deben de ser formateadas según los deseos del Estado.

Pero aún hay más. Sin espacio para la libertad, la escuela debe consagrarse a imponer la igualdad. Citando las jerarquías naturales nacidas del mérito, el esfuerzo, el talento, Hollande afirma que “la escuela tiene por misión, si no como deber, el corregirlas, aún más, el abatirlas”. Violencia pura y dura que ya sabemos cómo acaba: con la nivelación por abajo y el ataque generalizado contra todo lo que destaque.

Y sigue Hollande, ya en alocada soflama. Proclamándose heredero de Ferry y de Jaurès, Hollande aclama a la escuela como lugar de “emancipación de todo poder interior o exterior, de todo dogma”… menos el del progresismo revolucionario, debería haber añadido el mandatario francés, grabado a sangre y fuego en la mente de los pequeños galos. En cualquier caso, emancipación respecto de la familia, de las tradiciones familiares, de la fe transmitida, de todo aquello que el Estado decide que es una rémora para crear un ciudadno perfectamente formateado y fiel a la República laicista. Que de paso se pisotee la libertad y se fabriquen personas capadas intelectualmente, incapaces de comprender la realidad, no procupa a los santones de este culto revolucionario.

Pasan los años y, contra toda evidencia, los dogmas revolucionarios se repiten cansinamente. Fracasados por la realidad, se resisten a morir, dejando a su paso un erial educativo. Pobres padres franceses; pobres niños franceses.

P.D. Por cierto, Jules Ferry no sólo fue el impulsor de la escuela estatal laicista, sino un apasionado defensor del imperialismo. Fue él quien afirmó que “las razas superiores tienen derecho con respecto a las razas inferiores porque existe un deber para con ellas; las razas superiores tienen el deber de civilizar a las razas inferiores”. ¿Recuperará también Hollande este discurso o su panegírico de Fery es sesgado y selectivo?

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