La Iglesia no siempre está con el pueblo… ¡gracias a Dios!

La Iglesia no siempre está con el pueblo… ¡gracias a Dios!

Con motivo del debate sobre el futuro político de Cataluña estamos oyendo muchas falsedades, medias verdades o inexactitudes que, lejos de aportar luz y criterio, desorientan aún más a una población especialmente necesitada de voces sensatas. Y es que este debate y las distorsiones que lo acompañan está afectando incluso a quienes trabajan generosamente en favor de la Iglesia.

Me ha sucedido este fin de semana. Una persona que respeto y valoro, tras dejar claro, en una conversación, que la Iglesia no se puede decantar por una opción política concreta, lo cual es muy cierto, añadía que, “eso sí, la iglesia catalana siempre estará con el pueblo“. Reconozco que la afirmación me causo tal efecto que no fui capaz ni de replicar.

Lo primero que me chirrió fue eso de la iglesia catalana. Se emplea tanto, incluso por parte de significados prelados, que para muchos ya no suena mal. Y sin embargo, nos debería sonar fatal. ¿Se imaginan las referencias a la “iglesia asturiana” o “madrileña”? ¿No resulta evidente que hablar, pongamos, de la “iglesia andaluza” o “aragonesa” es algo ajeno al catolicismo? A ningún católico bien formado se le escapa que no hay iglesias de ninguna parte, sino una Iglesia católica que está en todas partes. A algunos les parecerá hilar muy fino, pero la historia del siglo pasado nos advierte de lo peligroso que es ser impreciso con las palabras. No existe iglesia catalana (y si existe no es la que fundó Jesucristo), lo que existe es la Iglesia católica en Cataluña. Nuestros antepasados lo tenían clarísimo y así, en el Credo cantado en catalán, se canta en alta voz aquello de que creo en la Iglesia católica, apostólica y… romana. Puestos a ser de alguna parte, somos de Roma.

Y luego sigue lo de que la iglesia siempre estará con el pueblo. Una afirmación que, en su famosa y desafortunada homilía con motivo de la fiesta de Santa Maria del Claustro, el obispo de Solsona ya proclamó cuando afirmó que “La Iglesia, como siempre ha hecho a lo largo de la historia, como sucedió recientemente en el nacimiento de los nuevos países independientes del Este de Europa, como no puede ser de otra manera, estará al lado de este pueblo en aquello que decida mayoritariamente sobre su autedeterminación“. El principio es falso, tanto histórica como doctrinalmente. Históricamente porque la Iglesia no ha actuado siempre así a lo largo de la historia: basta recordar, por ejemplo, la negativa del Papa Gregorio XVI a las pretensiones del nacionalismo polaco. Pero doctrinalmente también, porque la Iglesia nunca toma como criterio para su posición lo que diga o haga el pueblo, sino lo que se desprende de la enseñanza de Jesucristo. Si el pueblo actúa acorde con esa enseñanza, la Iglesia estará a su lado apoyándolo, si el pueblo actúa con injusticia, imprudencia o arrastrado por pasiones innobles, la Iglesia alzará su voz para reprenderle el camino tomado. Como decía Chesterton, “no necesito a una iglesia que me diga que estoy equivocado en lo que ya sé que estoy equivocado, necesito una Iglesia que me diga que estoy equivocado en lo que pienso que estoy acertando”. En eso se diferencian las humanas iglesias nacionales (anglicanas, galicanas, griegas, catalanas o de donde sean) de la Iglesia verdadera.

En resumen, que ni hay iglesia catalana ni la Iglesia siempre está con el pueblo. Ojalá no nos contaminemos más de la ofuscación general y sepamos hablar con la claridad del lenguaje evangélico.

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