La tontería orientalista nos invade

Hace unas semanas Jorge Bustos escribía esto en su tronchante crónica de su visita a un spa: “uno se abandona a la melancolía pensando en la cantidad de incautos occidentales que se apean por aburrimiento de la decente religión de sus padres y acaban abrazando estas formas vaporosas de sincretismo orientalista que les sustrae por una infusión ecológica la misma viruta que antes pagaban por un whiscola bajo la promesa de sentirse más puros, aunque en el fondo siguen siendo los mismos gilipollas con la misma tendencia al derroche.”

Aún me daba vueltas por la cabeza la citada reflexión cuando me topé, de bruces, con un cartelito en un centro comercial que decía lo siguiente:

Inspirados en los santuarios sintoístas, el Centro Comercial El Triangle crea este espacio catártico para los visitantes de Barcelona.

Escribe y presenta tu confidencia con total discreción en las cabinas.

Las confidencias anónimas serán colgadas en las galerías y en la página de Facebook del centro comercial.

Al finalizar la exposición, se seleccionarán tres confidencias para la confección de unas bolsas que serán distribuidas entre clientes del centro comercial”.

No se rían, es verdad, se lo juro.

De hecho, adivinando su escepticismo, enseguida pensé: no bastará con mi palabra; por lo que saqué mi móvil e hice la foto que acompaña este escrito.

Junto al cartelito de marras y a la cabina con papelitos y lápices había un muro en el que podías pegar tu confidencia catártica. Me extrañó no ver a ningún sanitario de guardia, porque esto de la catarsis puede ser serio y provocar situaciones que entrañen riesgo para la vida.

He de reconocer también que cuando yo pasé por allí había poca gente y pude comprobar con cierto deleite que en medio de declaraciones cursis y ridículas también abundaban papelitos con mensajes soeces, más propios de unos baños públicos, pero que al menos me reconciliaban con mis congéneres. Todavía queda alguien que no se ha tragado el embuste. Me imagino que esas “confidencias” habrán sido debidamente filtradas y no aparecerán en  el Facebook del centro comercial, con lo que habrá perdido gran parte de su chispa e interés. Sobre las bolsas no les puedo decir nada porque no he vuelto a poner los pies en el citado centro comercial.

Tras el mazazo que supuso la constatación de que la estupidez va estrechando su cerco, la frasecita de Jorge Bustos dejó paso a una especie de mantra que repetía, machaconamente, “el número de necios es infinito”. A lo que sólo pude responder: “y por aquí, más”.

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