¿Hay qué educar contra el tiempo?

En la recientemente publicada autobiografía dialogada de Robert Spaemann, Sobre Dios y el mundo, éste aborda su periodo como catedrático de Pedagogía. Hablando de ese periodo de su vida, hay un comentario que me ha llamado la atención y que creo que puede ser de gran ayuda para todos.

Explica Spaemann: “Jean Paul preguntaba en una ocasión: ¿Debería educarse a los niños para su época o más bien contra ella?, para después responder: Siempre hay que prepararles frente a su tiempo, pues el tiempo es tan poderoso que él mismo ya se cuida de que todos vayan en su dirección. Pero, si un hombre joven quiere ser libre, entonces hay que educarle contra el tiempo y sus prejuicios”.

Enorme consejo sobre el que deberíamos reflexionar quienes aún tratamos de educar a nuestros hijos lo mejor que podemos.

Y tremenda advertencia también para la gran educadora de pueblos, la Iglesia. Pensaba en lo que escribía estos días Russell Reno, converso del episcopalianismo al catolicismo y actual director de First Things, cuando achacaba a la Relatio una excesiva asunción acrítica de la ideología y del lenguaje de nuestro tiempo: “Lo primero que hay que decir es que el Sínodo parece estar infectado de emotivismo, subjetivismo y tono terapéutico”. Josep Miró insiste en la misma idea cuando escribe que “Parece -si es una descripción fiel- como si a los padres sinodales les hubiera interesado más lo que dice el Mundo, que lo que necesita el Pueblo de Dios”, y más adelante, “El problema es que cuando se refiere a las cuestiones nuevas, las aborda, no desde la profundización en la doctrina, sino desde fuera de ella, desde ideologías que le son ajenas”. Si la Iglesia no educa contra nuestro tiempo, el tiempo nos va a llevar adónde quiere y, lo vemos cada día, no es precisamente un lugar de salvación.