Fuego y Agua, la historia del ateo iraní que se convirtió

Fuego y Agua, la historia del ateo iraní que se convirtió

Sohrab Ahmari saltó  a la fama mundial en 2016, el día en que el Padre Jacques Hamel era degollado en Francia por un islamista. Ese día, Ahmari, un periodista de origen iraní, en aquel entonces corresponsal del Wall Street Journal en Londres, hacía pública su decisión de ser aceptado en la Iglesia católica. Al estilo del “Je suis Charlie”, Ahmari afirmaba su particular “Je suis Jacques Hamel” y volvía a cumplir aquello de que la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos.

La historia de un musulmán iraní haciéndose católico como reacción a un atentado yihadista contra un sacerdote era impactante… aunque no del todo cierta. Sí, el asesinato del Padre Hamel impactó profundamente a Ahmari y su reacción, impetuosa, fue la de hacer pública su conversión, pero en realidad esa conversión tenía una larga historia y Ahmari ya lo tenía todo preparado  para bautizarse antes de aquel odioso atentado. Ese recorrido hasta la Iglesia católica es lo que narra Ahmari en Fuego y Agua.

Cada relato de conversión es diferente, aunque en todos ellos suelen aparecer elementos comunes, que también encontramos en Fuego y Agua. El cuidado del Señor para ir guiando a quien quiere atraer sin forzarlo, su misericordia para quien hace méritos para lo contrario, su paciencia cuando el hombre viejo se resiste a morir.

El caso de Ahmari, además, nos aporta unas muy interesantes observaciones de primera mano sobre cómo se vive el Islam chiita en Irán, donde nació y transcurrió su infancia. Ahmari no es un converso del Islam pues, aunque el Islam no le sea ajeno (aunque sus padres eran más bien descreídos, sus abuelos eran musulmanes devotos y estudió en el ambiente de una escuela en el Irán de los ayatolás), sino que abrazó el ateísmo antes de llegar a la fe.

Entusiasta pro estadounidense, la llegada a lo que él suponía iba a ser el paraíso le confronta con la decepción. A parir de aquí su trayectoria es plenamente occidental y si por algo destaca es por el entusiasmo con que abraza cada una de sus nuevas creencias. Empezando por el nihilismo nietzscheano (curiosamente, Nietzsche representa uno de sus primeros pasos para llegar a la fe), pasando por el marxismo ortodoxo y militante y culminando en el relativismo absoluto de los deconstruccionistas franceses.

Dios permite que Ahmari toque fondo, intelectual y moralmente. Su estilo de vida, que él relata sin demasiados miramientos, llega a ser francamente repulsivo. Para sacarlo de aquí, Dios se vale del contacto con la realidad (su experiencia en su voluntariado como profesor en una población cercana a la frontera mexicana o, ya trabajando como periodista, el infiltrarse entre emigrantes iraníes y afganos listos para entrar ilegalmente en Europa son muy significativas), de alguna experiencia mística, pero sobre todo de su inteligencia. Ahmari es un buscador de la verdad incansable, alguien que se apasiona y quiere ir hasta el fondo de las cosas, que no se conforma con un acercamiento superficial… lo que le acaba llevando hasta las puertas de la Iglesia católica. ¿Y por qué ésta precisamente y no cualquier confesión protestante? Resulta también interesante lo que decanta su elección, no muy alejado de otros grandes conversos: en la Iglesia católica Sohrab Ahmari ve el cristianismo originario, apostólico, una autoridad en materia doctrinal, los sacramentos, tan reales, en contraste con los cultos protestantes y una liturgia con contenido.

Fuego y Agua es un libro que hace pensar y que alimenta la esperanza.

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