La Eucaristía a la luz de la tradición hebrea

Es difícil ponerse a escribir estos días sobre algo diferente al coronavirus. La pandemia y sus efectos absorben nuestra atención, nuestras conversaciones, nuestras preocupaciones, de tal modo que todo lo demás parece secundario. Por mucho que intentemos mantener el máximo posible de normalidad nuestra vida pivota ahora sobre el coronavirus y, en el mejor de los casos, sobre la oración, tras redescubrir nuestra vulnerabilidad y que el único puerto seguro es Dios todopoderoso.

Pero intentaré escribir algo que pienso que puede hacer bien en estos momentos (al menos a mí me lo ha hecho) a propósito de una reciente lectura. El libro al que me voy a referir es obra de Judith Cabaud y se titula La tradition hébarïque dans l’Eucharistie. Basándose en las transcripciones de una serie de charlas impartidas por Eugenio Zolli (el antiguo gran abino de Roma) durante el año 1953 en la Universidad de Notre Dame, Cabaud nos recuerda que la institución de la Eucaristía, la Última Cena, se desarrolla en el marco de la Pascua judía y, por lo tanto, conocer bien la Pascua judía es una magnífica manera de profundizar en la Eucaristía.

De entre los aspectos que aborda el libro, hay uno que me ha llamado la atención: se trata del afikoman o afikomen. Durante el ritual doméstico de la Pascua, se presentan tres panes ácimos, los matzoh, envueltos en una servilleta blanca. El del medio es extraído y se rompe en dos mitades. Una de estas mitades es envuelta en lino blanco y se esconde. Al final de la cena pascual esa mitad será encontrada, normalmente por los niños de la familia, y comida junto con la tercera copa de la cena pascual.

Para los rabinos de la época, el afikoman era un símbolo de la resurrección nacional del pueblo judío. Pero nosotros podemos ver más claro. Esto escribe Cabaud siguiendo a Zolli:

«esos panes envueltos en lino blanco son tres, lo que simboliza para todo cristiano al Dios trinitario. Además, es el segundo pan, el del medio, como el Hijo que está en medio de Dios Padre y Espíritu Santo el que es roto: una mitad se envuelve de nuevo en un lienzo y se esconde. Es el afikoman, que significa «lo que va a venir más tarde». Jesucristo, segunda persona de la Santísima Trinidad fue, él también, «quebrado» en la Cruz; y fue envuelto en un lienzo y estuvo escondido en la tumba hasta el tercer día, de donde regresó resucitando de entre los muertos.»

¡Qué bello símbolo en la Pascua judía que entendemos ahora a la luz de la pasión y muerte de Jesucristo!

Y qué gran tesoro tenemos en ese regalo que Jesús nos dejó en la Eucaristía, un tesoro del que no somos del todo conscientes y que ahora muchos redescubrimos al tener limitado su acceso.

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