Lo que va de Moscú a Poitiers

Interesante artículo el publicado por Elisabeth Lévy en la revista francesa Causeur. En él compara las reacciones, contrarias, a las actuaciones provocadoras de dos grupos. Las unas, las Pussy Riots, entrando en una iglesia e interrumpiendo la celebración para protestar contra Putin; los otros, jóvenes militantes del grupo Generación Identitaria, ocupando las obras de la aún en construcción mezquita de Poitiers y desplegando desde su azotea pancartas pidiendo un referéndum acerca de la construcción de nuevas mezquitas.

Lo curioso del caso es que los mismos que reaccionaron rápidamente en defensa de las Pussy Riots, defensoras de la libertad de expresión injustamente tratadas por el tirano Putin, ahora piden que caiga todo el peso de la ley sobre los detenidos de Generación Identitaria. ¿El peso de la ley hemos dicho? No, no basta, hay que superar la ley si es necesario e ilegalizar a ese grupúsculo de provocadores (el ministro Manuel Valls ya ha anunciado que el gobierno francés está estudiando la fórmula para hacerlo, si bien reconoce que en el actual marco legal no será fácil). No importa que la protesta se hiciera sin violencia y que no hubieran daños ni desperfectos… lo que diferencia a las Pussy Riots de Generación Identitaria es que las primeras son izquierdistas, luego todo lo que hacen es bueno, mientras que los segundos son de “extrema derecha”, luego todo lo que hacen es malo.

Es la misma lógica que se aplica continuamente como criterio judicial: si quien se salta la ley actúa, por ejemplo, bajo el paraguas del 15-M, acabará con un par de palmaditas en la espalda; si por el contrario, pongamos por caso, se trata de una acción de protesta contra el aborto… ya se pueden imaginar cómo acaban estas cosas.